La mala educación

23/11/2010

Marisa Cruzado.

A escasos días del enfrentamiento del año (me refiero al Madrid-Barça del próximo lunes) se ha presentado en Madrid un libro que lleva por título Guardiola VS Mourinho. Los autores (Juan Carlos Cubeiro y Leonor Gallardo) comentaron que la idea de escribirlo les vino estando en Lisboa en un acto dirigido a profesionales, en el que se analizaba las características del estilo de liderazgo del entrenador catalán. Según parece, los presentes, henchidos de amor patrio, destacaban continuamente las cualidades de su conciudadano entre ellas, el hecho de que sea “licenciado” mientras que Guardiola abandonó sus estudios en segundo de carrera.

Es cierto que el nivel educativo de nuestro país es un auténtico desastre. Las continuas reformas y contrarreformas han desvirtuado el sistema y hoy, todo son quejas. Los padres, los profesores, las instituciones, los alumnos…. Contamos con un índice de violencia en las aulas que va en aumento. Sobreprotegemos a los hijos y se producen intentos de devolver a los profesores su autoridad, al mismo tiempo que se les acusa de no tener vocación ni estar preparados.

En un entorno cada vez más competitivo, se hacen intentos en vano para mejorar la calidad de la enseñanza. A través de la implantación de la tecnología o del bilingüismo. Pero como pasa en muchas otras cuestiones básicas en nuestro país, se actúa por impulso. Con la certeza de que no hay un plan trazado coherente, respaldado por unanimidad y con el objetivo último de mejorar la cualificación de los profesionales del futuro. Una vez más, la política tiñe las decisiones y lo que hace la izquierda no le vale a la derecha y viceversa.

Entre tanto, la opinión pública se entretiene debatiendo si se tienen que suprimir o no los crucifijos de las aulas; si se debe permitir ir a clase con un pañuelo cubriendo la cabeza o si el experimento de la escuela en catalán en Madrid sólo ha tenido una veintena de peticiones para el próximo curso.

A mi me preocupa cómo llegan los jóvenes al mundo del trabajo. Desmotivados, sin aliciente, con la idea de que se les va a dar todo hecho. Pensando que el esfuerzo no tiene recompensa y por tanto, ¿para qué esforzarse?

La televisión y los medios de comunicación en general, ofrecemos a la juventud una imagen frívola de la realidad del mundo de los adultos. Les metemos en la cabeza que ser “famoso” es una bicoca y ven a diario como la mala educación, los gritos, los insultos y la falta de vergüenza son la clave para obtener dinero fácil. Para vivir del cuento en una sociedad en la que la gente está más pendiente de lo que pasa en Gran Hermano, que de quién gana un Nobel.

Y cómo todo se pega, ya no se salva nadie. Supongo que esos mismos padres que van a enfrentarse con los profesores porque su hijo ha suspendido son los que luego, en las sesiones nocturnas de cine, comen palomitas como si estuvieran en un establo y se dedican a hacer comentarios en voz alta durante toda la película como si estuvieran en el salón de su casa. Vamos, que te dan ganas de meterte en la conversación…

Y esta es la gota que colma el vaso. Porque a la elevada tasa de fracaso escolar y al desinterés general por el esfuerzo, se suma la pérdida de valores de una sociedad que se ha quedado vacía.

Se recoge lo que se siembra. Y mi generación se va a enfrentar a problemas muy serios como no acceder a una pensión, por ejemplo. Pero quién sabe a lo que se tendrán que enfrentar nuestros hijos, en un mundo mucho más global donde tendrán que competir por arriba, con profesionales mucho mejor preparados, que hablan varios idiomas y que son responsables y eficaces en sus procesos. Y por abajo, con inmigrantes que están dispuestos a acceder a empleos de baja cualificación por un salario mínimo.

Guardiola no tiene carrera. Pero es un humanista. Una persona que se ha cultivado de forma que ahora, como entrenador, ha conseguido transmitir a su equipo valores indiscutibles de trabajo en equipo, humildad y honestidad. Algo que nos hace mucha falta como sociedad.

Un amigo, ex corresponsal de guerra del Avui, decía que en el Este, los compañeros de la prensa contaban un chiste: “¿Cómo se llama el que habla tres lenguas?: Trilingüe. ¿Y el que habla dos?: Bilingüe. ¿Y el que habla una? Español.” Pues eso.

* Marisa Cruzado es consejera delega de CVA

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