Nadie barre la casa

13/01/2012

diarioabierto.es.

Unos por activa y otros por pasiva, unos por gobernar y otros por preparar una intermediación con el poder, pero nadie ha encarado, abiertamente, en su letra pequeña y también en sus grandes caracteres, la mayor rotura política de hoy. Nadie se plantea, nadie cuenta, nadie codifica entre sus propuestas principales, medidas verdaderas contra la corrupción. Ha llegado un momento, un extremo pútrido de radical herrumbre, en el que las dos palabras, corrupción y política, han ido tejiendo una mixtura que puede aglutinarse en un solo vocablo, en una realidad intacta y su semántica: porque ya no se puede imputar ni a un solo partido, ni a un único grado administrativo, ni a un nivel más alto o más pedestre. La corrupción está tan generalizada, se ha vuelto tan normal y tan fecunda en todos nuestros ámbitos de representación pública, que da la sensación de que el político honrado es el lince de la política, por ser especie en vías de extinción. También habrá quien diga que se ha extinguido ya, que toda la política de embarra en la misma conciencia del saqueo, del aniquilamiento de su función de bien colectivo y social, ya sustituida por el provecho propio. Sin embargo, mientras no sean los propios políticos los primeros que miren hacia sus propias filas –no a las de enfrente, porque aquí lo que sobra es el uso interesado de la ruina del otro-, para hacer autocrítica, para abrillantar esas letrinas, la corrupción seguirá campando por las anchas caderas de nuestro sistema partidario. Pero claro, aquí sólo se mira al fin más inmediato del poder.

Aunque lo perderán. Si esto sigue así, si seguimos alzando la vista cada día con un nuevo caso de expolio general y la desconfianza hacia los partidos se mantiene, perderán el poder. Porque tienen demasiado. Porque no hay un sistema de control democrático dentro de los partidos, dentro de su ejercicio, y la opacidad se ha convertido en su principal forma de actuación. Da igual que hablemos de la trama Gürtel en Valencia o del escándalo de los ERE en Andalucía: cada uno con sus matices significativos, ambos responden a una impunidad política, a una ausencia total de garantías democráticas. La corrupción moral también invade todas las letrinas del partido, sea el que sea. Entre lo que se ve y lo que no se ve, el descrédito general aumenta. ¿Cuánto tiempo aguanta así una democracia?

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