Fraga, genio y figura

16/01/2012

Josep M. Orta.

A los 65 años jubilaron a Manuel Fraga de la càtedra de Derecho Político. Era la normativa cuando se consideraba que una persona ya no estaba en condiciones de impartir clase. Paradójicamente entonces accedió a  la presidencia de la Xunta y durante quince años llevó Galicia del S.XIX al XXI. Es una persona de contradicciones, como que alguien tan poco diplomático como él fuera embajador en Londres. O como un anticomunista acérrimo rompiera el bloqueo en Cuba aceptando la invitación de Fidel Castro, aunque en la devolución de la visita las cosas acabaron en una tormentosa cena con una brutal despedida: “Comandante, nos veremos en el infierno”, fue la respuesta del presidente gallego al indignado dignatario cubano cuando le planteó el tema de los derechos humanos. Castro, tan poco diplomático como el político gallego, adelantó el fin de la visita y de madrugada cogió el avión y volvió a La Habana sin avisar a nadie. Por cierto, en su viaje a Cuba puso como condición que el séquito de periodistas que lo seguíamos pudiéramos movernos libremente por la isla. Y la oposición interna puede dar fe que algunos lo hicimos.

Traté con “don Manuel”, así se le llamaba, intensamente durante su periplo gallego. Para los que le seguíamos –sin olvidar su pasado-acabó resultando un personaje entrañable pese a las imbebibles queimadas –con conjuro incluido- con las que nos obsequiaba. Su toma de posesión no sólo demostró su gusto por los excesos con su séquito de diez mil gaiteros que lo acompañaron, si no que demostró que seguramente por primera vez en la historia el Galicia había alguien que mandaba y que si protestaban, podían solucionarles sus problemas.

Sus exabruptos y sus prontos eran una panacea para los periodistas, pero seguramente era un recurso para ocultar su gran timidez. Gritaba, pero cuando se le aceptaba el reto, cedía. Dada su edad le pregunté que si accedía a la Xunta su objetivo era buscar un sucesor. “Mi respuesta es una impertinencia. Si me lo vuelve a preguntar doy por acabada la entrevista y si insiste le diré que mi misión es buscar el Aznar gallego”.

Era la época que Aznar acababa de aterrizar en el AP (contra la opinión del propio Fraga que apostaba por Isabel Tocino). Entonces el ruido de sables en el partido era el pan de cada día y en el 89 tras la designación del entonces presidente de Castilla y León no era una excepción. Los rumores de que Fraga lamentaba haber designado a Aznar sucesor se juntaban la guerra de sus asesores. Rueda de prensa en Vigo y Fraga deja sólo a su sucesor. Todos pensamos que la guerra interna era cierta. Acabado el acto y cuando las televisiones desmontan sus cámaras, se oyen las patosas pisadas de Fraga (le llamaban “el zapatones”). “Sólo venía a saludarles”, afirmó. ¿Quién manda en AP” fue la primera y única pregunta. “En AP manda Aznar. José María, te mando que mandes” fue su contundente respuesta. Después, campaña tras campaña, prometía que aquella era la última y hasta cuatro veces incumplió su promesa . Claro que entre las pugnas internas de los poderosos caciques locales, él era el único de aglutinar a un electorado que le daba una vez sí y otra también mayorías absolutas. Claro que para mantener unido a un partido desunido, después de gritos y las frases contundentes, acababa cediendo siempre en las negociaciones.

Fraga transformó Galicia, pero cultivó hasta extremos insospechados el culto a la personalidad. Todo lo que inauguraba ponía una placa. Un día nos invitó a un grupo de periodistas –en la jornada de reflexión- a inaugurar dos teléfonos rurales. Sabedores de esta egolatría había una pintada en el puerto de A Coruña que ponía “Océano inaugurado por Fraga”. Su faraónica obra de la ciudad de la cultura es un buen ejemplo de ello.

Durante su primera campaña gallega “Galego como toi” rezaba el eslogan su programa se resumía en catorce voluminosos volúmenes y lo primero que hizo nada más tomar posesión fue viajar a Madrid y visitar en un día a doce ministros. Así, el político que durante la transición se había opuesto al estado de las autonomías, su actuación en Galicia se acercaba mucho al nacionalismo.

Le faltó el saberse retirar a tiempo. La edad no perdona y sus últimos cuatro años ya no estaba en condiciones de gobernar Galicia, pero como decían en el partido, “sin él perdemos”.

¿Te ha parecido interesante?

(+3 puntos, 3 votos)

Cargando...

Aviso Legal
Esta es la opinión de los internautas, no de diarioabierto.es
No está permitido verter comentarios contrarios a la ley o injuriantes.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
Su direcciónn de e-mail no será publicada ni usada con fines publicitarios.