Ah, viejos y buenos tiempos aquellos en los que vetustas máquinas de escribir sudaban tinta que, fotocopia a fotocopia (dos pesetas), hacía emerger prensa alternativa de todo pelaje. Eran los fanzines, eran los ochenta y noventa del pretérito siglo y era la añorada grapa epicentro de aullidos pop y delirios multidisciplinares. Era el punk y una contracultura que, poco a poco, se fue extinguiendo. Ahora son los blogs, es otra la modernidad (o la modernité), y en fin, o tempora, o mores y todo eso. Pero en las catacumbas del sistema aún persisten en la pelea un puñado de resistentes. Me refiero al venerado Mondo Brutto. El último fanzine.
Han sacado número de otoño/invierno y estamos de enhorabuena, amigos, y ya las trastiendas se animan de alambiques porque la vida ha vuelto al subsuelo. Ja. ¿Qué es Mondo Brutto? se preguntará el no iniciado. Pues una publicación exquisita que oscila entre el costumbrismo pop, la subversión cañí, el enciclopedismo bizarro y la colección de cromos insólitos. Textos e imágenes de amplísima temática, siempre al margen, nunca jamás manchado su contenido por el óxido de la obviedad que empequeñece desde hace mucho el periodismo convencional. Cultura popular y más.
Por ejemplo, en este número, ¿de qué se trata? Del fumeque y su parafernalia cuasidifunta (ceniceros, mecheritos, publicidades), de películas con monos, yetis y otros simios híbridos, del faquir Kirman (circense mito barcelonés), de Ramón Boldú (pionero del cómic autobiográfico hoy tan en boga)…
De tantísimas cosas y tan ignotas, gracias al Cielo. Y con tan abundantísimo trabajo de documentación. Porque esta gente se lo toma en serio. Vean si no el excelente y riguroso artículo dedicado a un personaje fascinante: el señor Wences, el mejor ventrílocuo del mundo, nacido en Peñaranda de Bracamonte, provincia de Salamanca, estrella del firmamento de Broodway e inmediaciones, triunfador en el show de Ed Sullivan y las varietés USA, invitado a la Casa Blanca en varias ocasiones y jubilado en Alba de Tormes, donde los niños le requerían en sus últimos años fantasías improvisadas: “Señor Wences, ¿me hace usted una magia?”. ¿A que esto no se lo encuentran ustedes en El País Semanal? Pues eso.
Y la ironía y el particularísimo humor y el estilazo con que cada pieza está escrita. Firman Christie Love, Barrabás, Jimina Sabadú, Profesor San Vito. Colabora el grandísimo Miguel Brieva y el no menos inmenso Jordi Costa. Son un montón de páginas, nada de racanería con el lector. Cada fotografía es un descubrimiento. Buf. Una verdadera delicia para los sentidos lectores. Sobre todo si, como es mi caso, a uno le atraen los asuntos que se apartan de todo convencionalismo.
Mondo Brutto preserva las esencias de un tipo de cultura off off en vías de extinción. Ahora que dentro de cada indie late un conformista que sueña con ser invitado a El Hormiguero, no viene mal que algunos sigan creyendo de modo acérrimo en la verdadera independencia a toda costa. Música, cine, teatro, cultura sin corsé alguno, afán provocador, es este de verdad el último fanzine, aguantando en papel, ajeno a esa obsesión por diluirse en lo virtual.
Vamos, que les animo a rastrear su Mondo Brutto por las tiendas de cómic o vinilos de su ciudad. Conste que resulta probable que a algunos les repela su atípica mezcolanza de argumentos. Incluso he hallado quienes arremeten contra su tufo moderniqui (aún cuando, en el fondo, se trata de todo un manifiesto contra cierta modernez). Bueno. Yo qué sé. Ustedes deciden. Tengo la conciencia tranquila. He cumplido con mi obligación de propagar la buena nueva.
(Y que vuelvan los fanzines, esa adorada roña pintada a rotulador, esos manchurrones de typex, esas fotos recortadas del periódico, ese olor a reprografía barata. Ah, qué tiempos aquellos.)
Mondo Brutto. Actualidad bizarra para brutos mecánicos. Número especial retrógrados. 192 páginas.
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