Decía uno de los más directos colaboradores del reelegido presidente norteamericano que a Trump no hay que tomarle al pie de la letra, pero hay que tomarle en serio. Y como a Trump no hay que tomarle al pie de la letra, pero sí muy en serio, tengo serias dudas de que sus palabras, incluyendo a España en el grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y amenazando con imponer aranceles del 100% a nuestras exportaciones fueran una confusión. Más bien, y conociendo al personaje que no anda mal de geopolítica, parecen una amenaza en toda regla.
Porque España no, pero Pedro Sánchez, su gobierno y algunos de sus socios parlamentarios, aunque no son miembros del bloque de los BRICS si están ideológica y estratégicamente con China de Jimping, la India de Narendra Modi, el Brasil de Lula da Silva y, en algún caso concreto con la Rusia de Putin.
De hecho, los expertos en la política norteamericana estiman la Administración republicana buscará fraccionar el bloque comunitario, además de que Trump hizo de los aranceles contra Europa una de sus principales promesas electorales y su agenda proteccionista supone una seria amenaza para las economías europeas, especialmente la española, muy afectada por las crisis de Alemania y Francia, nuestros principales clientes en el mundo que aportan más del 25% de nuestras ventas exteriores, por la debilidad de la industria, unos costes energéticos que siguen elevados, profundos desequilibrios fiscales además de por una inestabilidad política y una inseguridad jurídica crecientes.
«En vez de poner impuestos a nuestros ciudadanos, pondremos aranceles a los países extranjeros para enriquecernos nosotros, anunciaba Donald Trump y todas las empresas europeas que exportan o trabajan Estados Unidos están expuestas a la subida arancelaria, con especial incidencia en los sectores del automóvil, los bienes de lujo y bebidas y agroalimentario.
En el caso de España, las exportaciones a EEUU suponen en torno a un 5% de todas nuestras ventas en el exterior y los sectores más amenazados son los de maquinaria mecánica, de oficina e informática, maquinaria eléctrica y equipos electrónicos, minerales y metales, y productos químicos. Todos ellos combinan bajos niveles arancelarios iniciales con una mayor exposición relativa al mercado estadounidense, lo que amplifica el impacto de cualquier incremento arancelario.
Con todo el principal riesgo para nuestro país puede estar, más que en la economía que también, en el terreno de la geopolítica y las relaciones internacionales. España en la era Sánchez se ha convertido en un país irrelevante en la política internacional y Estados Unidos nos ha sustituido por Marruecos como su aliado estratégico y preferente en el Mediterráneo. Un Marruecos cuyo rearme en los últimos años avanza a un ritmo cada vez mayor respaldado por Estados Unidos y por Israel y que afecta indirectamente a España y a las reivindicaciones alauitas sobre Ceuta, Melilla y Canarias, con el añadido de que nuestro gobierno tiene prácticamente rotas las relaciones con Argentina e Israel los otros dos grandes aliados de Trump y con Sánchez alardeando de abanderado del antitrumpismo internacional.
En este escenario, nuestro presidente sigue negándose a aumentar el gasto en defensa, que más que gasto es inversión por la alta tecnología del sector, y sigue jugando a pseudoprogre en contra de los intereses de España y calificando despectivamente de “tecnocasta” a los grandes empresarios tecnológicos que hoy están con Trump. Por cierto que esos empresarios, con Elon Musk a la cabeza, son los mismos que hace unos años financiaron y apoyaron al Partido Demócrata y a los que el propio Sánchez está implorando que inviertan en España. De momento, el Departamento de Defensa de Estados Unidos ha decidido excluir a un grupo empresarial español que había anunciado una inversión de 4.100 millones de euros en la construcción de la mayor fábrica de baterías de Europa. Primer aviso.
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