La crónica de un apagón anunciado

30/04/2025

José María Triper.

Septiembre de 2022 en el Senado y en plena tormenta energética por la invasión rusa de Ucrania Sánchez dixit: “nunca va a haber apagones en España”.

28 de abril de 2025: España sufre el mayor apagón eléctrico de su historia. Profecía maldita, justicia divina, piensen lo que más les guste, pero si repasamos el historial de Pedro Sánchez desde que llegó al gobierno vemos que en España hemos padecido la pandemia del COVID, la erupción del volcán de La Palma, la Filomena, la DANA de Valencia y el apagón eléctrico, además del infortunio de su gestión política y social y los episodios de presuntas corrupciones de su familia y de su entorno. Es como para empezar a creer que, como dicen de las meigas, los gafes no existen, pero haberlos, haylos y, lo más grave de todo es que el mismo Sánchez nos dice ahora que no volverá a ocurrir. ¡Que nos pille confesados!

Apagón eléctrico que fue acompañado de un apagón informativo por parte de un gobierno y de su presidente que compareció tarde, mal y para decir solamente vaguedades y ninguna información sobre las causas, las previsiones y las consecuencias de una situación que equipara a España a países bananeros como Cuba y Venezuela y que parece impensable en cualquier otro estado europeo y miembro de la UE.

Lejos de ofrecer las explicaciones exigibles a cualquier gobernante democrático y asumir responsabilidades Sánchez volvió a echar balones fuera mientras anunciaba que va a exigir responsabilidades a los operadores privados, cuando todas las investigaciones y la opinión de los profesionales coinciden en asegurar que el origen del apagón es un fallo en el sistema por un desajuste por exceso de oferta y déficit de demanda debido a la vulnerabilidad del sistema eléctrico español debido a la sobredimensión de las energías renovables y la falta de energía nuclear por la desconexión de las centrales.

Expertos en energía y en física consultados explican que en el momento del apagón en la oferta primaban la energía solar y la fotovoltaica que, en origen no tienen una “generación sincronizada” como la hidroeléctrica, la térmica y la nuclear con un electrogenerador autorregulado. Desajuste  que se dio simultáneamente en dos o más subestaciones transformadoras con lo que la perturbación se propagó por todo el sistema sin freno.

Todo un proceso cuya responsabilidad es compartida entre el Gobierno y Red Eléctrica, compañía estratégica de mayoría pública -el máximo accionista es la SEPI- y cuya presidenta, Beatriz Corredor, de profesión registradora de la propiedad, que gana 546.000 euros anuales fue nombrada a dedo por Pedro Sánchez sólo por su militancia socialista. Mientras que las compañías eléctricas privadas se limitan a seguir las indicaciones que les transmiten desde Red Eléctrica y bajo las directrices gubernamentales.

Un gobierno cuya política energética se orienta única y exclusivamente por criterios ideológicos, que ni sabe ni se atreve a plantear soluciones a largo plazo y duraderas para garantizar la sostenibilidad del sistema eléctrico y racionalizar el tránsito hacia la transición ecológica, pero garantizando siempre un coste asumible y que deberían tener como ejes fundamentales una reforma fiscal que libere a los consumidores de todos los impuestos ajenos a la generación y distribución de la electricidad, por un lado; y por otro un Plan Energético Nacional, serio, realista y que pasa ineludiblemente por acabar con esa demonización hipócrita de una energía nuclear barata, no contaminante y que la propia Comisión Europea ha calificado de energía verde y sostenible

El mismo gobierno que lleva cinco años con la estrategia de seguridad energética caducada y cuya “furia verde” y negligencia nos ha hecho vivir, además, la crónica de un apagón anunciado porque tanto Repsol como la Comisión Nacional del Mercado de la Competencia (CNMC), la UE y técnicos de la propia Red Eléctrica habían advertido reiteradamente de graves problemas en la red y el suministro de electricidad por las vulnerabilidades del sistema.

Como en su momento les recetó el consejero delegado de Repsol, Josu Jon Imaz, menos ideología y más tecnología. Y con los gafes lejos, si es posible, añado yo.

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