El papel de la formación en un mundo desconocido

08/05/2025

Francisco Javier López Martín.

La formación es el proceso de aprendizaje que nos conduce desde la dependencia en la que nacemos hasta la autonomía personal y la capacidad de gestionar nuestras vidas y administrar nuestros recursos. Así debería ser, aunque no siempre llegamos a adultos en esas condiciones, a causa de factores personales, económicos, o sociales.

La formación debería suponer adquirir capacidades y habilidades, laborales y sociales, pero también tendría que dotarnos de valores y principios, además de enseñarnos a adquirir compromisos. Y todo eso no se aprende sólo en un colegio, en un instituto, en una universidad. Se aprende en la familia, en la calle, en los grupos sociales en los que nos movemos. Y eso va, como todos sabemos, manga por hombro.

La educación, la formación, tanto inicial como permanente, es un proceso a lo largo de toda la vida. Un proceso que ha cambiado profundamente a lo largo de los últimos años debido a la alta demanda de estudios técnicos.

Ha crecido la demanda de Formación Profesional, ya sea en centros públicos, o en centros privados. Ya sea para estudiar Grados Medios, Superiores, o Certificados de Profesionalidad. Hasta el punto de que son muchas las plazas solicitadas que no pueden ser atendidas desde una oferta claramente insuficiente, especialmente en lugares como Madrid, o Cataluña.

La Formación Profesional, en sus diferentes modalidades, exige mucha mayor atención de la política y del mundo del trabajo, de los empresarios y de los sindicatos. La Formación Profesional debe dejar de ser definitivamente la opción educativa de quienes lo llevan peor en las enseñanzas obligatorias. Se ha intentado varias veces, pero nunca ha llegado a buen puerto, no se ha hecho realidad.

La Ley de Formación Profesional apuesta por la Formación Profesional Dual, un remedo del modelo alemán, la que combina el aprendizaje en el centro educativo y en la empresa. Más tiempo en la empresa, más presencia de la empresa en los centros educativos. Tutores profesionalizados en las empresas, más relación del centro educativo con las empresas, mayor capacidad de adaptar los planes educativos a las necesidades económicas y productivas del territorio.

Eso no quiere decir que los centros educativos se pongan al servicio exclusivo de las necesidades puntuales de las empresas, ni que determinados intereses de rentabilidad de algunas empresas de formación terminen conduciendo a una oferta formativa que no tiene nada que ver con necesidades reales, sino más bien con intentos de optimización de inversiones y beneficios empresariales.

Conviene también romper la distribución artificial que se produce en determinadas familias profesionales, de forma que la enseñanza privada crece mucho en especialidades de menor coste, como sanitarias, imagen y sonido, comunicación, actividad física y deportes, mientras que los centros públicos suelen concentrar su esfuerzo en artes, artesanía, química, hostelería, energías renovables, seguridad, o medio ambiente.

En el actual panorama socioeconómico es muy difícil acertar con el sistema de cualificaciones futuras que vamos a necesitar, o qué puestos de trabajo van a existir, porque no sabemos el escenario en el que vamos a vivir y trabajar. Parece que sí sabemos que la Inteligencia Artificial (IA), el internet de las cosas, la robótica, la fabricación aditiva, la biología sintética, o los materiales inteligentes producirán cambios importantes en nuestras vidas y en nuestros trabajos.

No podemos más que intuir qué transformaciones producirá la computación cuántica que sustituye los bits por los cúbits. Muchos de esos cambios tendrán efectos disruptivos, de fractura brusca, sobre nuestros modelos de formación y aún no sabemos qué efectos tendrán sobre el trabajo tal como lo conocemos.

En cualquier caso, parece evidente que necesitamos, ya en estos momentos, procesos formativos que apuesten por formar a personas capaces de adaptarse a nuevas situaciones. Personas críticas, sensatas y comprometidas con las sociedades en las que viven.

Una formación que genere dinámicas sociales que pongan a la persona en el centro, en lugar de favorecer exclusivamente el negocio y el crecimiento estadístico de la actividad económica. No podemos seguir midiendo el éxito en términos de crecimiento del beneficio, expansión de la actividad, aumento de la producción y de la extracción, porque conducimos a las personas, a nuestra civilización y al planeta a su agotamiento.

Son demasiadas las fuerzas que se confabulan para que esta formación necesaria no sea posible, no llegue a buen puerto. Pero también somos muchas y muchos, los que creemos que la voluntad humana puede gobernar el futuro y conducirlo hacia escenarios menos distópicos de aquellos a los que nos van abocando.

¿Te ha parecido interesante?

(Sin votos)

Cargando...

Aviso Legal
Esta es la opinión de los internautas, no de diarioabierto.es
No está permitido verter comentarios contrarios a la ley o injuriantes.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
Su direcciónn de e-mail no será publicada ni usada con fines publicitarios.