El salmón estrella del régimen posnavideño

19/01/2012

Patricio Sesma Granell, restaurador. Una vez pasadas las fiestas, nos entra la curiosa manía de pasar con los ojos cerrados delante de los espejos. Cambiamos de lavadora ya que la última colada nos ha destrozado la ropa y ya no nos cabe.

Hay gente que el día 7 de enero, agarrándose la dolorida cabeza, jura y perjura que ha descubierto que es alérgico al alcohol.

Otros, con dedos amarillentos, pulmones negros y fumando a escondidas de su mujer, alardean de que dejaron el tabaco en la duodécima uva. ¡Así ahorran un dineral! Es más, dejar este vicio les va ayudar a pagar la hipoteca. Los bancos van a regalar, al 4,5% TAE, cursillos para dejar de fumar.

Y lo que es peor, nos arrepentimos de lo comido y buscamos recetas milagrosas que en un abrir y cerrar de boca nos devuelvan a nuestro estado anterior a las Fiestas.

Por ello me he acordado de mi amigo el salmón, pez estrella de la tele por sus ibas, sí, con B que si es con V pronto nos asaltará la cartera, y venías por los mares y ríos del mundo.

Así que vamos a preparar “Salmón a la Papillote”, del francés Papillon en su acepción de pequeña hoja impresa, del tamaño de una multa recaudadora de tráfico, de las que cada día se ven más.

Pero como estamos en época de no ponerse de acuerdo con nada ni con nadie, otros dicen que papillote es un bigudí que enrolla el cabello para hacer rizos, vamos, todo lo contrario a un extracto de nuestra cuenta corriente que te pone los pelos como escarpias.

Centrémonos, que vamos a intentar comer sano y rico, por lo tanto no haremos ninguna receta política, y haremos lo que he dicho que vamos a hacer, una receta sencilla a la par que elegante.

Necesitamos lo siguiente: puerro, zanahoria, cebolla, pimiento rojo crudo, como la realidad económica, pimiento verde, un diente de ajo, aceite de oliva, rodaja de salmón desespinado, que bastantes espinas tiene la vida, y papel de aluminio, no del papel que se compra y vende en Bolsa, que ese no vale para nada, por lo menos a nosotros los humanos de la calle.

Vamos a cortar las verduras en Juliana, nombre que proviene del cocinero francés Jean Julien, Juan Julián para los amigos, que escribió un libro de técnicas de cortar verduras, que no de cortar cabezas como se estilaba en la Francia revolucionaria, aunque pensándolo bien, ese manual de cortar cabezas, hubiera sido de mucha utilidad para cierta revolución necesaria también en los últimos años en España. Revolución aun pendiente.

Juliana no es ninguna constitución ni teoría macroeconómica, en castellano es simplemente cortar en finas tiras las verduras.

Las vamos a saltear un poquito para ablandarlas; no hay que dejarlas hechas puré como nuestras Visas después de las navidades, sino que tienen que estar duritas como los nuevos impuestos.

Cogemos nuestro papel aluminio, y acordándonos de cuando envolvimos los regalos navideños, cuidadosamente cortamos tantos cuadrados de papel, como rodajas de salmón tengamos y en cada porción colocamos un montoncito de verduras sin escurrirles el aceitito del salteado, salamos el salmón y lo ponemos encima de la cama de verduritas, espolvoreamos especie o hierba aromática, esto al gusto de cada uno, y un chorritín de aceite.

Cerramos bien los paquetitos, tan cerraditos como algunos aeropuertos españoles, los colocamos en una fuente, la introducimos en el horno precalentado a 220 º y los tenemos 20 minutos.

Una vez pasados los 20 minutos comprobamos que nuestro paquetito, está hinchado, eso significa que está preparado para sacarlo. No lo abriremos hasta que lo pongamos en el plato y nos lo vayamos a comer, que guarde el calorcito, que no estamos para desperdiciar nada.

Se puede acompañar de una ensalada verde, y así parecerá que nos estamos tomando el régimen anual tan en serio como el dejar de fumar o con tanto tesón como los políticos arreglar la crisis o con tanto fervor como los bancos en darnos créditos.

¡Buen provecho!

Patricio Sesma Granell.
Director del restaurante Bokado Madrid

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