Yo denuncio

24/11/2010

diarioabierto.es.

Mi más firme defensa hacia la veteranía -en el ámbito personal y el profesional- que es un grado. Cuando las condiciones de vida han mejorado, las aportaciones de los que alcanzan el ecuador de su ciclo vital son activos de lujo. Pero tan necesaria para una sociedad equilibrada es la garantía de la experiencia como la savia nueva de la juventud.

Cualquier evento, foro, reunión, celebración de relevancia de este país -me refiero a los que aglutinan el verdadero poder económico, financiero y político, no a los de posado remunerado de photocall y petardeo del colorín- está copado por las mismas caras desde los tiempos de Maricastaña. Según la convocatoria, conozco de antemano quienes acudirán, en qué mesa se sentarán y hasta con quienes departirán en los previos. Casi todos, carcamales -con respeto y sin acritud-. Si exceptuamos los que heredan por apellido y las que accedieron por cuota -o por puro marketing electoral, pero que en nada representan a las generaciones preparadas de españoles- escasas caras nuevas se han hecho hueco en el núcleo influyente patrio. Por supuesto, los rostros masculinos prevalecen por goleada frente a los femeninos. Pero no toca hoy denunciar discriminación de género,  sino el techo de cristal inquebrantable con el que se está encontrando la juventud talentosa. ¿Por qué incidir en las viejas glorias impidiendo triunfos de los futuros campeones? Nunca tuvimos una generación tan preparada pero tan desaprovechada, de igual modo que nunca tuvimos una casta tan carente de formación aglutinando tanto poder.

Sé de jóvenes con una cualificación extraordinaria, desbordantes de entusiasmo por progresar pero desalentados por toparse con trabas insalvables para alcanzar un éxito merecido. Abundan profesionales infinitamente mejores que sus superiores abocados al ostracismo para que no les hagan sombra -optando por mantener el culo en su preciado sillón de directivo en tiempos de inestabilidad en vez potenciar las nuevas ideas que redundarían en beneficio de todos-. Sé de políticos con futuro prometedor a los que arrinconaron por discrepar con cúpulas partidistas carentes de ideología. Sé de especialistas, de artistas, de periodistas, rebosantes de ingenio que malviven sin poder dar a conocer su talento por falta de oportunidades, mientras observan impotentes como cualquiera suplanta a salto de cama el lugar que les corresponde por derecho y aptitudes.  Sé de muchos -demasiados- que comienzan a perder la esperanza, y lo que es peor, la ilusión. Y sé que son jóvenes los que nos regalan, semana tras semana, las únicas alegrías recientes: los deportistas españoles. ¿Recuerdan cuál fue la semilla del éxito sin precedentes que atravesamos? El plan ADO, ideado para las Olimpiadas de Barcelona 92. El ADO consiste en contribuciones económicas que empresas privadas realizan -becando a los deportistas de élite- para su preparación a los Juegos Olímpicos, sufragando gastos de personal técnico, médico, entrenamientos, concentraciones, aportaciones de material deportivo… A cambio, los deportistas deben cumplir unas obligaciones con las marcas que los patrocinan, así como ceder sus derechos de imagen cuando dichas marcas lo requieren. ¿Por qué no seguir la estela del ADO para los jóvenes que destacan en disciplinas como la música, las letras, las ciencias, la economía, la investigación o la tecnología? ¿Por qué no subvencionar con capital privado las carreras profesionales de los mejores especialistas por parte de las empresas españolas y compensarlas con exenciones fiscales como contraprestación, futura cesión de los derechos de imagen o parte de las retribuciones económicas que generen en el ejercicio de sus funciones los patrocinados? ¿Por qué no potenciar la siempre efectiva asociación de interés público y privado para explotar talentos que traerán como consecuencia beneficios para el empleo, la economía y la imagen exterior? ¿Por qué no evitar que los poseedores de mejores facultades, con emergentes y brillantes carreras profesionales por delante, deban emigrar a otro país por falta de oportunidades en el propio? ¿Por qué malgastar dinero público en subvenciones vergonzantes en vez de destinar esos fondos a quienes realmente lo merecen? No queremos generaciones perdidas, sino generaciones exprimidas.

Si te sientes un profesional capado, una mujer desaprovechada, un joven limitado laboralmente, si tienes hijos, nietos, sobrinos, en esta misma situación, denuncia tú también.

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6 pensamientos en “Yo denuncio

  1. Magnífico artículo. Enhorabuena. Yo tambien me planteo las mismas preguntas que haces en tu escrito aunque las respuestas están en el aire. Yo DENUNCIO como tu y como seguro otras tantos que se van a sentir muy identificados cuando lo lean.

  2. Estamos viviendo una etapa desgarradora para la juventud.Ni empleo,menos aún promoción y abocados a trabajar en puestos de trabajo que no corresponden a su formación.

  3. Nunca tuvimos una generación tan preparada pero tan desaprovechada, de igual modo que nunca tuvimos una casta tan carente de formación aglutinando tanto poder

  4. Magnificas reflexiones. Me siento muy identificada. De paso, también confieso que me siento frustrada por no poder cambiar esta situación a pesar de haberlo intentado. Muchos estamos tirando la toalla y hasta pensamos en largarnos de aqui…

  5. Has dado en el clavo. Tengo dos hijos con carrera, hablando perfectamente inglés y alemán, uno a punto de terminar un MBA. Lo tienen claro, se marchan fuera a EE.UU, aquí lo tienen imposible y si consiguen algo será por dos duros y sabiendo que los ascensos pasan por enchufes. Muchos de los hijos de mis amigos en la misma situacion. ¿Es esta la España que nos espera?

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