El pisto, nuestro rey

30/01/2012

Patricio Sesma Granell.

Muchas veces pensamos que el i+d+i­ español está por los suelos y que no sirve para crear riqueza. Pues bien, efectivamente está por los suelos, pero no cualquier suelo, sino  el de la rica huerta española, expoliada y encarecida para el consumidor por las grandes distribuidoras.

Para demostrarlo, vamos a hacer un plato que gracias al descubrimiento de América, descubrimiento español, y al i+d+i del pueblo llano libre de politiqueos, ha sido importado por el resto de Europa sin que nos reporte ningún royalty.

Ni siquiera nos reporta reconocimiento mundial de nuestra cultura gastronómica, ni de nuestro “savoir faire“, ni de nuestros productos, en fin, que alguien tendrá que vender mejor la marca “España“si queremos salir del agujero.

Este magnífico manjar es el PISTO, envidia de Europa y del mundo. Que proviene de Pistare, caldo de ave, al cual se le añadieron verduras a medida que iban llegando de América.

Los franceses, expertos en apropiarse de las cosas que ni son suyas ni se las merecen, véase las calificaciones de Moody’s, le  llaman  Ratatouille, y se creen que es  invento suyo por añadirle la berenjena, cuando todos sabemos que los gabachos aprendieron a cocinar cuando Napoleón invadió España.

Eso sí, los ingleses que, como con el euro, van siempre a su rollo, ni siquiera aprendieron a cocinar cuando nos ayudaron a expulsar a los franceses; son muy suyos.

Y si ya se meten los americanos, con complejo de neo-cultos afrancesados en estos menesteres, la lían parda.

Ejemplo clarísimo, la película Ratatouille, donde la asesoría culinaria gabacha-yankee no respeta a nada ni a nadie, tal y como hacen con la receta económico-egoísta que emplean para salvarse de la ruina que les acecha.

No sólo no reconocen el pisto español, ni siquiera hacen una ratatouille, y además maltratan a los turcos, como es normal en ellos al considerarlos musulmanes peligrosos, ya que en la película emplean la receta del Confit Byaldi, que el chef francés Michel Guérard adaptó del plato turco de nombre “Imán Bayildi” que significa «El imán solloza» o «El imán está asustado», y que se diferencia de los demás pistos porque las verduras van cortadas en rodajas y no en los dados tradicionales.

Y el protagonista es una rata, magnífica metáfora de los poderes económicos del mundo mundial.

Dicho esto, volvamos al pisto, plato tan español al que cada región da un nombre y un toquecito particular; hoy haremos el de toda la vida, el pisto manchego.

Originariamente el plato se cocinaba al aire libre, como nos gusta hacer las fiestas, con los productos de la huerta del pueblo, no de la huerta marroquí invasora.

El auténtico sólo lleva pimientos verdes y rojos, tomates y un poco de calabacín.

El i+d+i español, siguiendo la teoría de la  globalización, ha ido añadiendo verduras de otras zonas, dependiendo de la temporada y de los gustos locales. Nosotros vamos a utilizar materia prima española, y autonómicamente globalizada, como su deuda.

Vamos a cortar en pequeños dados de no más de medio centímetro pimientos verdes, rojos, cebolla, ajo, calabacín, y berenjena.

Las verduras se van pochando sucesivamente en una sartén con aceite de oliva español, ni italiano ni turco, que ya está bien de que las grandes distribuidoras no crean en nuestros productos y lo hagan todo por el maldito parné. Así, además,  habremos avanzado mucho en la recuperación.

Muy importante, como en la vida, es seguir un orden, y como deberían de hacer los mandamases, debemos de tener una hoja de ruta  en la cual nos enfrentemos  primero a lo más costoso de hacer para terminar con lo más sencillo de “pelar“; así que saltearemos primero la cebolla, luego los pimientos y el ajo (comprobar que no sea chino, que los autóctonos son los mejores, como en todo). Cuando se hayan ablandando pondremos el calabacín y la berenjena, y acabamos con los tomates. Salamos y dejamos reposar media hora,

Habremos salteado todo con la tapa de la sartén puesta, que si ya nos robaron la idea, no vayamos a perder también el juguito  de las verduras. Desgraciadamente estamos ya acostumbrados a que nos dejen secos con las llamadas por algunos “bajadas de impuestos” por no hablar de quienes nos secaron las sartenes con hipotecas, o vaciaron nuestros huertos con subsidios y ayudas.

Si queremos poner la guinda a nuestro pisto, compramos una rodaja de atún o bonito, la cortamos en daditos, los salteamos, dejándolos cruditos, y los añadimos al pisto que tenemos en reposo.

Una vez bien reposado el pisto con el atún, y a la hora de servir, lo calentamos removiendo enérgicamente, y en un acto de desagravio a la realeza, que tanta falta le hace, vamos a coronar nuestro gran manjar con el producto más nacional, con el plato que nos une a todos, con el plato que ningún recorte nos va a quitar, ningún banco nos va a cobrar por él, ningún político se lo va a llevar crudo; plato que no entiende de primas de riegos ni de inútiles subastas de dinero, plato español por antonomasia que no entiende de independentismos desfasados, autonomías deficitarias y debiera ser monumento a la integración y a la concordia: EL HUEVO FRITO.

Buen provecho.

Patricio Sesma Granell, director del restaurante Bokado de Madrid.

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