El mercado duda mientras Estados Unidos duerme, pero recupera las certezas a partir del momento en el que los yankees comienzan a despertarse, a eso de la una de la tarde europea, que allí son muy madrugadores.

Es como si tuvieran perdido el rumbo con Grecia o como si quisieran hacernos tragar el cuento de que las cosas están muy complicadas. Lo que están es fuera de plazo, pero complicadas no están. Después de lo que han dicho la UE, Merkel y Sarkozy, los griegos solo pueden hacer dos cosas, ceder o salirse del euro. Lo que no pueden hacer más allá de unos días (y siempre para consumo interno) es mantener la tensión.

Queda claro que Grecia no se va a salir del euro, no en vano su primer ministro es Lucas Papademos, que fue vicepresidente del BCE. Si algo sabe Papademos es que dentro del euro las vana a pasar canutas una buena temporada, pero que fuera del euro sería bastante más que una temporada y, además, le quitarían al trapecio la red de seguridad que supone tener aliados, cabreados, pero aliados al fin y al cabo.

Seguramente por eso, la simple idea de que el gabinete griego volvería a reunirse (cosa que ya se sabía ayer) hizo correr por el mercado una especie de llamada a la tranquilidad. «Esto se va encauzando» vinieron a decir y los índices se dieron la vuelta.

Luego es cierto que ayudo el dato de nuevos empleos en Estados Unidos, de nuevo mejor de lo previsto, que catapultó a los índices americanos hacia el cielo y arrastró a los europeos. Curiosamente, el Ibex llegó a tiempo de cerrar en positivo, pero no el Dax:

Con estas dudas (ninguna) y certezas (todas) los grandes juegan al despiste con los pequeños y aprovechan para hacer corregir a los valores que más lo necesitan. Y una vez cogen aire, vuelven a la carga. Más de uno se debe estar poniendo las botas cuando vende vende la masa.

Al cierre, después de haber caído más del 1%, el Dax perdió un 0,16% y el FTSE un 0,03%, en tanto que el CAC subió un 0,18% y el Ibex un 0,13%