Aprendiendo a emprender o Emprender aprendiendo

22/02/2012

diarioabierto.es.

“Emprender para mí es convertir mi sueño en una realidad” apunta un estudiante, y añade: “no quiero ser parte de un puzle. Quiero hacer yo el puzle”. “Convertir una gran idea en una empresa, aportando algo relevante a la sociedad”, dice otro. Así es como algunos de mis estudiantes universitarios definen la emprendeduría. “Tengo iniciativa y creo en mí. Quiero demostrar lo que puedo llegar a hacer”.

Con o sin reforma laboral, los estudiantes no deben y no pueden descartar el auto empleo como una de las opciones de su futuro. Lejos de verlo como una opción gris en un mundo de expectativas inciertas, debería tomarse como una opción apasionante llena de futuro, como un reto, como una aventura de vida, como la posibilidad más real para cumplir un sueño, el de crear una empresa propia.

¿Qué puede hacer la universidad para fomentar la emprendeduría? Históricamente, la universidad se ha implicado en grados muy diversos. Desde no hacer nada, pasando por tímidos impulsos, hasta comprometerse decididamente, lo cual es cada vez más usual.

En primer lugar es indispensable comenzar creando una mentalidad emprendedora. El emprendedor nace pero también se hace. En un país donde la mayoría de los jóvenes desea ser funcionario o trabajar en un banco, despertar esta inquietud por emprender resulta primordial. Para llevar a cabo esta labor se puede desde crear debates en las aulas, hasta llevar emprendedores y empresarios a las facultades a que expliquen sus experiencias. A los estudiantes les encanta oír de primera mano cómo el emprendedor sufría en sus principios, no tenía dinero, debió vender la moto para financiarse, nadie creía en él y tuvo que pasar por todo tipo de periplos hasta conseguir su objetivo. Estos testimonios despiertan la curiosidad de los jóvenes y comienzan a formar su espíritu emprendedor.

En segundo lugar, la universidad puede formar emprendedores. Al fin y al cabo, la labor de la universidad es formar. Para realizar esta función, es necesario dotar a los potenciales estudiantes con los conocimientos y las habilidades necesarias para poder crear una empresa y hacerla crecer: crear un balance, llevar la contabilidad y diseñar un plan de marketing con recursos mínimos, pero también presentar ideas, negociar y liderar la estrategia para llevar a cabo la aventura de su vida.

Pero además, existe un paso más que la universidad puede dar y que supone un auténtico compromiso y una apuesta firme por la emprendeduría: detectar los proyectos empresariales que surgen desde las aulas y asignar un coach que acompañe a los potenciales emprendedores en el turbulento camino. Crear un plan de negocio, estudiar si el proyecto es viable, guiar en la consecución de la financiación, orientar en la forma jurídica, o diseñar el plan financiero son algunas de las tareas a realizar.

Por si fuera poco, se debe añadir un elemento que a menudo dificulta la labor: los potenciales emprendedores no vienen única y exclusivamente de los estudios de Dirección de Empresa, sino que proceden también del mundo de la publicidad, el derecho, la psicología, las ciencias y las humanidades. Son estudiantes con muy buenas ideas, con muchas ganas e ilusión, pero que con frecuencia no tienen la base de conocimientos necesaria para gestionar una empresa.

Para poder llevar a cabo todas estas acciones es necesario contar en la universidad con personal capacitado, pero también con el tiempo necesario para dedicar muchas horas al acompañamiento de los futuros emprendedores. Son procesos largos, complicados, que llevan mucho tiempo. Las ideas son semillas delicadas, que si no se abonan, cuidan y protegen, pueden  perder fuelle y quedarse en eso, en bonitas ideas.

Las empresas son como las personas: nacen, crecen, se desarrollan y (tarde o temprano) mueren. Estimulemos desde la universidad los nacimientos de empresas capaces de crecer fuertes, de crear empleo duradero, empresas de carácter global desde sus comienzos. Con ello ganan los estudiantes que amplían sus opciones de futuro, gana la universidad como agente de cambio social, gana la sociedad que se renueva, gana el empleo, la tecnología, el conocimiento, la cultura, y, en definitiva, el dinamismo de una sociedad. Quizás por eso, tal como señala otro estudiante con las ideas bien claras y el convencimiento de su juventud, “emprender es la habilidad de detectar una oportunidad y convertirla en un negocio”.

Profesora Eva Perea
Business Studies
Universitat Abat Oliba CEU

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Un pensamiento en “Aprendiendo a emprender o Emprender aprendiendo

  1. Pero no basta con aprender a emprender, para crear riqueza y empleo. Si un empresario o emprendedor no sabe vender que es la actividad clave para el éxito de cualquier negocio lo tiene difícil. Es necesario aprender a vender para aprender a aumentar las ventas y los ingresos, aprender a vender es saber como tratar con clientes y potenciales clientes, ser empatico, sonriente, optimista, asesor, breve y directo, saber hacer preguntas abiertas para descubrir las necesidades del potencial cliente para ofrecerle una venta coherente con sus necesidades. No es mejor vendedor el que más habla sino el que mejor escucha y hace hablar al comprador. También ser vendedor no es una profesión sino una actitud, una forma de vida en la que hay que estar siempre con «la antena puesta» y ser muy ordenados y meticulosos y perseverantes, saber estar en cada momento, y llevar en el bolsillo tarjetas de visita para dar con quien hablemos y pedir tarjeta de nuestros interlocutores. Ser muy puntuales en las citas y ir bien vertidos y limpios y afeitados.

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