Porrazos anecdóticos

23/02/2012

diarioabierto.es.

Rajoy ha cursado orden de a bajar los decibelios de los porrazos en Valencia más por imagen externa que por íntimo convencimiento. Se trata más de tranquilizar, además de a los mercados, que eso siempre, al potencial turista de Liverpool que tiene pensado tostarse en Torremolinos que de corregir los evidentes excesos de algunos miembros de las fuerzas del orden. Hasta el ministro del Interior los admitió si bien precisó de unas cuantas horas para matizar que no se refería a sus subordinados sino a los radicales. He llegado a esa edad incompatible con las camisetas ajustadas y la candidez. Por tanto dudé de la veracidad de esa rectificación hasta que pude ver cómo un policía abofeteaba a un chavalín y le mandaba las gafas a paseo por el flagrante delito de estar en una acera junto a otros escolares. Entonces no me quedó incertidumbre alguna. Ni me creí al señor Fernández Díaz en su marcha atrás ni cuando se comprometía a depurar responsabilidades. Si así fuera ese ‘servidor’ de lo público estaría en su casa sin empleo y sueldo.

El único atenuante sería que el señor ministro recurriera como único canal de información a Canal Nou, televisión supuestamente pública, que mientras las calles de su tierra se incendiaban debía ofrecer en rigurosa exclusiva los bocetos del próximo ninot indultat. Me refiero al que sustituirá a Camps que ya lo fue en fechas recientes. Que en los tiempos en que un video se puede ver al instante en casi todo el planeta los gerifaltes de este medio de comunicación, o lo que sea, apliquen la censura multiplica exponencialmente su ridículo.

O eso o que uno no acaba nunca de comprender las intrincadas mentes de los intelectuales de vanguardia. Mucho menos la de una delegada del Gobierno que hace votos para que todo quede en una ‘anécdota’ como si en vez de pisarse los derechos de los ciudadanos, jóvenes pero que igualmente los tienen, y de paso alguna que otra cabeza le hubiera cedido el paso algún famoso en el ascensor y se lo estuviera contando a su vecina Mari Loli. Con estos parámetros históricos que maneja no se descarta que tenga a las guerras púnicas por una pequeña trifulca doméstica.

Lo que dejó muy claro desde el principio es que no iba a dimitir. Dio así una muestra de españolidad propia de quien vive en la misma ciudad en la que Manolo el del Bombo regentaba su bar. Para eso ya están los presidentes alemanes que, para su desgracia, no nacen en Gandía y tienen que adoptar estas ordinarias decisiones. Si la señora delegada quiere ejercer más de ventosa en el sillón que de responsable del orden público en su derecho está. No obstante sólo recordarle que, tras la dureza de las cargas, el día en que más gente se concentró y menos policías hubo es cuando se registraron menos incidentes ¿Le dará eso alguna pista?

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