Un año después de Fukushima

10/03/2012

Carolina Ahnert. Catedrática de Ingeniería Nuclear Universidad Politécnica de Madrid.. Ahora se cumple un año del terrible terremoto que asoló una parte de la costa este de Japón, terremoto que llevó asociado un tsunami de una magnitud no conocida hasta entonces en ese país. Del terremoto también recordamos el accidente ocurrido en las centrales nucleares del emplazamiento de Fukushima Daiichi, que nos tuvieron pendientes de su evolución crítica durante varios días, y de su estabilización final durante algunos meses.

Ya disponemos de toda la información necesaria para analizar la cronología de lo sucedido, sus causas, el desarrollo de su evolución posterior, y las consecuencias que ha tenido para los planes de operación y de construcción de centrales nucleares en Japón y en el resto del mundo.

A las 14:46 horas del 11 de marzo de 2011, tuvo lugar frente a la costa este de Japón un terremoto de grado 9 en la escala de Richter, el mayor en magnitud en la historia de Japón, y el tsunami que siguió al terremoto produjo olas de entre 10 y 23 metros de altura.

Las 14 unidades de centrales nucleares en operación próximas al epicentro pararon de forma automática como respuesta al terremoto, resistiendo el terrible temblor sin problema en sus estructuras, tal como estaban diseñadas con categoría sísmica.

A continuación arrancó también de forma automática el sistema de refrigeración del combustible nuclear, requisito necesario para que no se funda mecánicamente como consecuencia del calor que sigue generando, por tratarse de un material altamente radiactivo,  aunque es de una magnitud muy inferior del que se produce cuando está   en operación.

El problema en las centrales se produjo con el tsunami posterior y en concreto en el emplazamiento nuclear de Fukushima Daiichi en donde estaban en operación 3 de sus 6 unidades. Las olas arrastraron los tanques de combustible de los generadores diesel, que suministraban energía eléctrica al sistema de refrigeración de 4 unidades. Esto se produjo porque la protección que tenían en forma de barrera anti-tsunami era inferior en altura a las olas que recibieron.

De manera que al quedarse sin refrigeración, se fundió parte del combustible de las 3 unidades que habían estado en operación, y del que estaba almacenado en las piscinas de las 4 unidades.

Las explosiones que se observaron desde el exterior los primeros días, se debían al entrar en contacto el hidrogeno que se liberó con el aire, el hidrogeno se produjo al reaccionar el combustible muy caliente con el agua de refrigeración. De manera que las explosiones dañaron la parte superior de los edificios del reactor, y dejando vía libre para la salida de radiactividad al exterior.

Hasta aquí la cronología de los hechos, y las causas de lo que se fue observando esos días en las televisiones de todo el mundo.

La primera y correcta reacción del gobierno japonés fue evacuar a la población cercana  en un radio de dos kilómetros, radio que luego se fue ampliando hasta los 30 kilómetros.

Para la refrigeración de los reactores, la solución adoptada fue aportar agua al combustible nuclear que estaba en la vasija de los reactores, y en sus piscinas de almacenamiento. Esto se hizo desde el exterior mediante grandes camiones cisterna y mangueras, y bombeándola desde el mar, hasta que se consiguieron restablecer las líneas de corriente eléctrica, y más tarde refrigerar en ciclo cerrado. Consiguiendo finalmente llevar las centrales a “parada fría” en septiembre de 2011. Todo ello se realizó con la dificultad de trabajar en la zona, por el deterioro producido por el terremoto, que había dañado todas las infraestructuras.

De aquellos días también ha quedado la imagen de disciplina y abnegación del pueblo japonés para afrontar la difícil situación del terremoto y sus consecuencias.

La situación actualmente en las centrales nucleares de Kukushima Daiichi es que, se están cubriendo los edificios dañados con cubiertas protectoras herméticas para evitar la salida de radiactividad al exterior, y se están construyendo barreras anti-tsunami.

Para hacernos idea del impacto radiológico a la población cercana, podemos basarnos  en la comparación con lo que recibe un ciudadano español de media debido a la radiación natural y artificial (TV, rayos X, vuelos aéreos,..) que es de unos 2,4 mSv al año. Los datos que se han suministrado para Fukushima son que, 5.800 personas recibieron 1 mSv, 4.100 personas recibieron de 1 a 10 mSv, 71 personas de 10 a 20 mSv, y 2 personas de 20 a 23 mSv.

Reconociendo que de las 20.000 personas que murieron en el terremoto y tsunami posterior, ninguna de ellas ha sido debido a la radiación que recibieron. Otros efectos son los posibles a largo plazo en las personas que recibieron radiación, y sobre ello solo es posible una evaluación estadística.

¿Se podría haber evitado? Hay que poner en contexto lo ocurrido a pesar de la gravedad del accidente. Está claro que Japón está en una zona con una alta probabilidad de actividad sísmica grave, y por tanto en principio es un emplazamiento inseguro para instalar centrales nucleares, de la misma manera que es un país con una alta densidad de población y con unas posibilidades de evacuación complicadas.

El gobierno japonés está revisando los emplazamientos y las instalaciones de todas sus centrales nucleares, y las está sometiendo a las llamadas  “pruebas de resistencia” en línea con lo que también ha demandado la Unión Europea a los países miembros.

¿Cual ha sido la reacción en el resto del mundo con centrales nucleares en operación?

La respuesta ha sido muy desigual. Así, en los países del sudeste asiático, China, India y Corea de Sur, sus gobiernos siguen considerando la necesidad de contar con la energía nuclear en sus mix de generación eléctrica. De hecho, de los 63 reactores nucleares actualmente en construcción en el mundo, el 60% se está construyendo en estos tres países.

En Estados Unidos se ha sometido al conjunto de los 104 reactores en operación a pruebas exhaustivas de evaluación de la seguridad con especial hincapié en lo  referente a posibles desastres naturales. Y al mismo tiempo sigue con sus planes de construir 5 unidades nuevas.

En lo referente a Europa, y tras la realización de las pruebas de resistencia en los 143 reactores nucleares de la Unión Europea, las medidas tomadas por los distintos países han sido muy diferentes. En Alemania se ha decidido el abandono de la energía nuclear en el horizonte del año 2022, con unas consecuencias económicas que la patronal alemana cifra en 50.000 millones de euros anuales en los próximos 25 años. En Bélgica se ha decidido el cierre del parque nuclear a partir del año 2015, y en Italia se suspendieron, tras un referéndum popular que tuvo lugar en junio de 2011, los planes para el desarrollo de un nuevo parque nuclear en el país.

Sin embargo, en Finlandia, a la quinta unidad en construcción, se suma, tras la decisión adoptada en octubre de 2011, el anuncio de la selección del emplazamiento de una sexta central nuclear en el país. En Francia se continúa con la construcción de la nueva central de Flamanville-3 y existen planes para la construcción de un nuevo parque que entre en funcionamiento a partir de 2025 y que sustituya progresivamente a las centrales actualmente en operación según vayan terminando su vida útil. En el Reino Unido, su Gobierno sigue adelante con el licenciamiento de diseños y emplazamientos, para la puesta en marcha de ocho nuevos reactores a partir del año 2023.

¿Y en España? El gobierno anterior en conjunción con lo decidido en la Comisión Europea decidió que, el Consejo de Seguridad Nuclear solicitara a las centrales nucleares en operación las pruebas de resistencia, trabajo que ya se ha realizado y que han superado todas ellas. Adicionalmente el gobierno actual ha solicitado al Consejo de Seguridad Nuclear que reevaluara la posibilidad de seguir con la operación de la Central Nuclear de Santa María de Garoña, cuya operación según el gobierno anterior debía terminar en 2013, a pesar de que este organismo ya se había pronunciado dando  su aprobación técnica positiva a su continuación hasta 2019. Y de nuevo ha vuelto a ser positivo el informe del Consejo de Seguridad Nuclear para que Garoña sigua operando hasta 2019.

De manera que como en muchos otros países las centrales españolas seguirán operando y contribuyendo a producir una energía eléctrica que no emite CO2, a un coste bajo y estable, y con una disponibilidad continuada, e independiente de la climatología.

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