De un libro viejo hallado a la salida del museo

13/03/2012

Daniel Serrano.

Dejadme que descanse de las novedades editoriales, de los signos de humo, de la inanidad creciente, de los cenáculos clandestinos donde se diserta sobre el futuro improbable de la literatura. Dejadme, déjenme ustedes, abrir un paréntesis y recogerme en un pasado a redescubrir, la fotografía en sepia de quienes aún somos.

A la salida del Museo Reina Sofía de Madrid me recreo en los repletos estantes de la librería La Central, tras subir y bajar decenas de veces los caprichosos ascensores de un centro de arte contemporáneo cuya mejor obra son los muros de piedra que lo sostienen y ese claustro donde toman el sol los espectros de viejos inquilinos de este hospital transmutado, como una tos que se escucha al fondo de las galerías. Cruje en mis dedos el papel de los libros y hallo un viejo título reeditado por Alianza Editorial: Paseos por Madrid. El autor, Corpus Barga, uno de esos republicanos ilustrados a los que la barbarie lanzó al exilio.

Corpus Barga escribe sobre Madrid.

Madrid es una ciudad que no tiene conciencia de sí misma, que no se da importancia, que sobrevive a todas las catástrofes sin mayores aspavientos. Madrid es una ciudad a la que sus habitantes aman sin decirlo nunca. Más bien lo contrario. Es la única ciudad del mundo donde el forastero puede permitirse elaborar públicamente una diatriba contra la urbe que visita y hallarse con que el nativo se suma a su descalificación añadiendo agravios. El madrileño ama a su ciudad en secreto.

Madrid es un pueblo y nunca dejará de serlo, hay algo inmutable en su fisonomía que ningún cosmopolitismo variará. Madrid desde el cielo es una constelación de tejas manchegas.

Es todo eso hoy y lo fue ayer y así lo cuenta Corpus Barga. Lo más sorprendente de estos textos (o no tanto) es lo actuales que parecen habiendo sido escritos entre 1915 y 1930. Para bien y para mal. Escribe Corpus Barga que frente al Monte de Piedad “los mendigos están tomando el sol, tumbados”. Como hoy mismo. También: “Cierta aridez soleada en el paisaje madrileño llega a darme la impresión de otro planeta muerto y radioso, como la cabeza de una cerilla encendida”. La devastación de Madrid sacudido por el siroco de cualquier verano.

Explica, además, Corpus Barga lo peculiar de la capitalidad de Madrid: “Madrid fue elegida capital lo mismo que suelen elegirse los presidentes de república y los papas, como término medio y conciliador entre personalidades adversas. Sevilla, Toledo, Valladolid, Barcelona, tenían demasiada personalidad para ser la capital de España, cualquiera de ella sin enojar a las otras”.

Y no deja pasar la ocasión de ironizar sobre el raquítico río capitalino: “Desde el naufragio de la monarquía lo más importante que ha sucedido en Madrid es que por primera vez en la Historia se ha ahogado una persona en el Manzanares”.

Viejas estampas madrileñas tan contemporáneas, porque Madrid no se deja cambiar y resiste contra viento y marea, ciudad indisciplinada, caótica, absolutamente abierta a todo visitante porque todos somos visitantes en Madrid y no hay rastro de pureza de sangre en ningún habitante de esta urbe.

El placer de un viejo libro hallado a la salida del museo.

Igual que la derecha reivindica a Julio Camba (con razón) y a González Ruano (sin ella), la progresía de bien tendría que esforzarse en reivindicar a nuestro santoral literario republicano, por ejemplo Corpus Barga, que a su regreso (hacia 1963) encontró un Madrid idéntico pero no tanto porque la casa donde nació había sido derruida y así lo relata en la nota última que cierra el volumen.

Madrid es una ciudad terrible, hermosa, imposible de sustituir para quienes hemos sido seducido por su bella fealdad. Madrid nos salió bastante bien. Será por lo que afirma Corpus Barga: “Los españoles han tenido históricamente gran capacidad para crear ciudades y poca para crear naciones”.

Y el cielo de Madrid, tan característico, “tan alto” dice Corpus Barga, obligado a añorarlo durante tantos años, soñando con una vuelta al hogar que, en realidad, nunca fue.

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2 pensamientos en “De un libro viejo hallado a la salida del museo

  1. Me lo apunto. Tiene buena pinta esa semblanza de un Madrid visto desde el pasado pero que una vez leída tu reseña resulta memorable y eterno. Espero encontrarlo, en ocasiones, localizar tus recomendaciones es una aventura.
    Aprovecho para decirte que espero que ese viaje que comentas a través de Twitter no te aleje por mucho tiempo de la bella fealdad de Madrid porque supongo que estás al tanto de que a esta ciudad la sostienen los cínicos, estimado lector disperso. Buen viaje y mis mejores deseos.

    Un abrazo súper.

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