Notas al pie de la vejez

26/03/2012

Daniel Serrano.

Hoy ha muerto Tabucchi. Ha muerto en Lisboa como un París con aguacero, las calles del Chiado guardan un silencio de incendio. Vila Matas menciona una taberna donde los marinos esperan los cachalotes que nunca volvieron a las islas Azores. Ha muerto Tabucchi y en este Buenos Aires palermitano desde donde escribo sacude con violencia de huracán un vendaval que anticipa la tormenta de otoño que corresponde. Ha muerto Tabucchi y me dispongo a escribir sobre las notas al pie de la vejez que Paul Auster ha obsequiado a sus lectores pero he de hablar de Tabucchi, me pregunto si Auster tendría noticia de Tabucchi, de Pereira, su personaje inmortal.

Yo descubrí a Tabucchi en Réquiem, declaración de amor a la ciudad de Lisboa que utilicé como guía en un lejanísimo viaje. Pero resulta que en el Museu de Arte Antiga no pude probar los tragos que fabuló el italolisboeta, su barman jamás había agitado un solo cóctel, maldita literatura, tan llena de bellas mentiras.

Hoy ha muerto Tabucchi pero yo pretendía elaborar un comentario acerca de Auster y de su Diario de invierno. ¿Y qué decir?, preguntará el retador que nunca falta. Sí, es cierto. Qué decir que no haya sido dicho y, además, con Auster no hay manera de ejercer el derecho al matiz, sus seguidores son hooligans que defienden los colores de su equipo contra viento y marea.

A mí jamás me cautivó en exceso el Paul Auster de la Trilogía de Nueva York. Sí me fascinó, y me apasionó, sin embargo, el Auster de La música del azar o El cuaderno rojo y de algunas otras obras supuestamente menores. Ciertos críticos han echado en cara a Auster su egolatría, su tendencia a creer que todo lo que escribe es sublime y, por tanto, susceptible de ser publicado. Publica mucho, sugieren. Bueno. Allá él. Sus lectores, que son legión, se lo agradecen. Y yo, que no soy fanático, que no me entrego sin reserva, sí agradezco estas notas sobre la vejez que están en  primera línea de las librerías ahora mismo.

“Se ha cerrado una puerta. Otra se ha abierto.

Has entrado en el invierno de tu vida”.

Escribe estas líneas Paul Auster y así de fácil explica qué es este libro. Una reflexión en torno a la vejez y la muerte y a los recuerdos de toda una vida, los partidos de béisbol de la infancia, mamá, papá, aquellos que no están, el cuerpo gastado que habitamos.

Un diario disperso en el que, por ejemplo, se incluye una pormenorizada lista de las casas que Paul Auster ha sufrido o gozado. De New Jersey a Brooklyn, idas y vueltas, y también alguna buhardilla parisina, como corresponde a todo escritor estadounidense que se precie (a todo escritor de la generación de Auster, por supuesto).

Ameno, conmovedor, sincero, este diario nos acerca a nuestros propios miedos, aunque esa estación de la que nos habla Auster nos quede aún lejos (o no tanto).

Y qué decir. Tenía razón el retador que nunca falta. Auster es Auster y poco hay que añadir. Tal vez citar algún hallazgo especialmente certero de los que abundan en este diario. Una frase de amor:

“Algunos de los sitios más hermosos del mundo están en el cuerpo de tu mujer”.

Una anécdota cercana a lo humorístico:

“Jamás olvidarás las palabras que le dirigió a un amigo tuyo su padre moribundo: ‘No lo olvides, Charlie’, le dijo, ‘nunca dejes pasar la oportunidad de mear’”.

Una bella paradoja:

“Qué hombre tan maravilloso sería tu padre… con que sólo fuese de otra manera”.

Hoy ha muerto Tabucchi y debería estar hablando de Paul Auster y su Diario de invierno, lectura que recomiendo vivamente, pero no puedo dejar de rendir homenaje al autor que tanto amé, al italolisboeta que inventó a uno de los héroes más entrañables de la literatura reciente: ese Pereira que tiene la cara de Marcelo Mastroianni y almuerza tortilla en los tabernones de la ciudad.

Hoy ha muerto Tabucchi. Se adivina el invierno en una Lisboa como París con aguacero, las calles del Chiado guardan un silencio de incendio.

Diario de invierno. Paul Auster. 243 páginas. Anagrama.

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3 pensamientos en “Notas al pie de la vejez

  1. Estimado lector disperso me temo que en esta ocasión volvemos a la antigua norma de disentir. Me refiero a que a mí «lo nuevo» de Auster me ha parecido una castañita pilonga. Aunque esté de acuerdo en que en este libro hay frases que sostienen con fuerza lo peor y lo mejor de cualquier vida, para mí no corre riesgos y un autor que no corre riesgos y vive de las rentas deja de estar en mi nómina de apetecibles. Yo es que soy mala, ¡qué puedo hacer! Auster es el gran conservador desde que le funcionó la formula. Es como la coca cola que como vende, sepa como sepa, porque es coca cola ya da igual que no sepa a nada. Quizás ha llegado el momento de que Auster asuma que llega un momento en que las palabras también se cansan de los hombres.

    Saludos cordiales.

  2. Estimado lector disperso me temo que en esta ocasión volvemos a la antigua norma de disentir. Me refiero a que a mí «lo nuevo» de Auster me ha parecido una castañita pilonga. Aunque esté de acuerdo en que en este libro hay frases que sostienen con fuerza lo peor y lo mejor de cualquier vida, para mí no corre riesgos y un autor que no corre riesgos y vive de las rentas deja de estar en mi nómina de apetecibles. Yo es que soy mala, ¡qué puedo hacer! Auster es el gran conservador desde que le funcionó la formula. Es como la coca cola que como vende, sepa como sepa, porque es coca cola ya da igual que no sepa a nada. Quizás ha llegado el momento de que Auster asuma que llega un momento en que las palabras también se cansan de los hombres.

    Saludos cordiales.

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