Demócratas de casi toda la vida

28/03/2012

diarioabierto.es.

Debe ser verdad que, como reza el tango, veinte años no es nada y más de treinta en democracia mucho menos. Al menos si de lo que se trata es de interiorizar que el sistema puede ser imperfecto pero  no maleable al antojo de quienes sólo la ensalzan cuando el resultado de las urnas se acompasa a sus intereses. Quienes braman y rebuznan contra el pueblo andaluz no lo hacen empujados por más ideología que el resentimiento derivado de una oportunidad perdida no para mejorar la sociedad sino para satisfacer sus expectativas particulares. Debe ser frustrante ver cómo, por la voluntad de ese vulgo al que se tilda de vago e ignorante, se cae como un castillo de naipes la posibilidad de algún pesebre político o mediático, valga en este caso la redundancia,  en una comunidad en la que, por tamaño e importancia, aun en crisis, había mucho que repartir.

El llamado ‘voto cautivo’ es, de existir como tal, multiforme. Si se aplicó con tenacidad y grosería a los beneficiarios del PER ─ aunque no se conoció caso  de alguno de sus críticos que cambiara su confortable vida de articulista o tertuliano por la de un jornalero─, ¿por qué no hacerlo en otros supuestos? ¿Acaso no vota el empresario o el banquero pensando en quién defiende con más nitidez sus afanes? Es más, ¿se puede pensar, si no media la insidia y la mezquindad, que se pierden más de 400.000 votos en sólo cuatro meses porque a otros tantos electores les ha dado por apoyar que el dinero para los parados se gaste en cocaína? A cualquier ciudadano sensato, inmensa mayoría frente a esta pandilla de descerebrados, le repugna el caso de los ERE, pero también le llega la mollera para plantearse otras cuestiones.

Por ejemplo si es de fiar un partido que hizo caballo de batalla de los impuestos, con el compromiso de no subirlos, y lo primero que hizo fue lo contrario. O si merece máxima confianza un candidato que, de tan sobrado, ni siquiera debate con los demás. O si le ofrece garantías un Ejecutivo que, por boca de su ministro de Economía, aboga por replantearse la huelga por no ser propia del siglo XXI mientras defiende una reforma laboral que retrotrae al XIX. Soy andaluz porque no reconozco más patria que los lugares en los que me he sentido feliz. Por eso, si cabe, me siento más indignado con quienes tildan de régimen los treinta años de gobiernos socialistas mientras se intuye que se hubieran sentido más cómodos con cuarenta años de otros en los que ni siquiera se podía votar. No se vota ni bien ni mal. Ni en Andalucía ni en Valencia donde la corrupción, al parecer, es tan abundante como invisible para los intransigentes de siempre.

La radiografía del 25-M, para quien la quiera ver sin la venda del fundamentalismo, refleja un castigo, en mi opinión ganado a pulso, al PSOE pero también un trasvase nítido a otra formación que como receta propone girar más a la izquierda. Por tanto un modelo distinto al imperante que ahora, eso sí, se deberá demostrar como siempre se han demostrado los caminos. Es decir, andado. Y para ello bien harían tanto PSOE como IU si dejaran claro desde el principio que la importancia de la política siempre debe estar por encima de la del poder.

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