¿Necesitamos un jefe del Estado?

20/04/2012

diarioabierto.es.

Las disculpas del Rey han sonado sinceras, han sido oportunas y eficaces, porque impiden que se abra más la grieta. Sin embargo, la brecha sigue intacta, no ha menguado. Las palabras de Cayo Lara sólo pueden entenderse como lo que son: una manera ruda de decir lo que está a la orden del día en plena calle. Independientemente de las circunstancias más coyunturales de la Transición, ahora la situación es otra muy distinta, y hay que seguir hablando del derecho de sangre, nos dice Cayo Lara, en contraposición a una Jefatura del Estado votada libremente por los ciudadanos.

Podríamos hablar, utilizando las declaraciones del líder de IU, de unos cuantos niveles de debate. En un primer nivel, podríamos decir que el asunto no estriba en si el hijo del Rey nace tonto o listo, guapo o feo, fotogénico o antiestético, brillante o alelado: el asunto, creo yo, reside en su legitimidad para ser jefe del Estado por la mera razón de haber nacido dentro de una familia presupuestada por el erario público. Desde un punto de vista de derecho natural, aplicando el tamiz de los derechos y las libertades públicas, esto supone un quebranto del derecho a igualdad jurídica ante la ley de todos los ciudadanos. Por tanto, poco importa ya que el muchacho en cuestión sea tonto perdido –nadie debe sentirse molesto por el término: tontos ha habido y habrá siempre, y por no usar el vocablo no dejarán de existir, ni los demás de sufrirlos; en cambio, sí molesta la simpleza de semejante exabrupto, un poco en plan barra de bar pero sin el hallazgo chispeante de la barra del bar-, sino ajustar al derecho esa legitimación.

En un segundo nivel del debate podríamos preguntarnos sobre la procedencia, o no, de un referéndum público para escoger la continuidad de la monarquía parlamentaria o cambiarla por una república, en la práctica muy similar, salvo por la figura del jefe del Estado elegido democráticamente. Como hemos visto recientemente en Alemania, tampoco este modelo está a salvo de los tráficos de influencias y corrupciones varias que se imputan ahora al yerno del Rey. En un tercer nivel de debate, podríamos interrogarnos acerca del vacío jurídico en España sobre la Casa Real.

Y en cuarto plano, el más interesante para mí, nos cuestionaríamos si realmente necesitamos una jefatura del Estado, si no basta con el presidente del Gobierno y el ministro de Asuntos Exteriores, más la legión de ex presidentes esparcidos por el mundo, haciendo sus negocios, como cualquier jefe de Estado que se precie de serlo, pero también representando siempre a España. Jefe del Estado, ¿para qué? El presidente Rajoy, ahora en Latinoamérica, ¿no está ejerciendo una jefatura del Estado in pectore?

El debate no debe ser acerca de monarquía o república: si nos planteamos si la Jefatura del Estado, como figura jurídica, es realmente precisa, y colegimos que no, habremos superado de un plumazo dicho debate y seguiremos estando en un Estado democrático de derecho, pero mucho más puro y saneado.

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