¿A qué está esperando usted para dar un golpe de mano y gobernar como un auténtico hombre de Estado? Lo de estadista son palabras mayores… ¿Falta de valor? Asuma una cosa, ostenta mayoría absoluta: jamás tendrá tanto poder para tomar decisiones sin necesidad de intermediarios, negociaciones, cesiones ni concesiones. Fuera complejos, fuera actitudes pusilánimes y fuera miedo a las reacciones de las izquierdas que ahora carecen de voto -aunque eso es negativo para una democracia robusta, creíble y moderna.
Recortes de gastos y subidas fiscales son remedio pasajero pero no la solución. No se debe asfixiar al ciudadano hasta noquearlo sin acometer una reforma de un modelo de Estado que sirvió en la Transición. Pero los tiempos y las circunstancias han cambiado: consolidar una democracia madura y contemporánea implica evolucionar. Esto saberse se sabe, por el españolito de a pie, por las élites financieras, por las cúpulas partidistas y por el núcleo de poder. Pero el inconveniente parece encontrarse en algo tan simple como ¿quién es el valiente que le pone el cascabel al gato?
¿Despedir médicos o mantener educadores en condiciones gélidas en vez de eliminar funcionarios sobrantes? ¿Es esa la solución? No hace falta volver a incidir en el desproporcionado número de funcionarios y cargos públicos por habitante en nuestro país. ¿Seguir manteniendo administraciones públicas ineficientes y recortar en I+D+i? ¿Es esa la solución? No es necesario ser un lince para asumir que las economías desarrolladas pasan por empresas competitivas y sectores productivos en vez de por burocracias anacrónicas. ¿Perpetuar el nepotismo, amiguismo, enchufismo y mamoneo en vez de potenciar el talento? Uff eso quizá es demasiado, tambalear las bases en las que está sustentada la partitocracia atenta directamente al sillón propio: ahí tocamos hueso. ¿Mantener diecisiete mini estados cuando la ruina golpea al bolsillo, y lo que es más grave, hasta al estómago de los españoles? Hay que renovar el modelo de las Comunidades Autónomas, racionalizarlas, eliminar el veto de intocables que parecen ostentar si corremos el peligro real de quiebra del Estado: el actual sistema de autonomías es un lastre para el éxito de cualquier ajuste. Y por supuesto, hay que eliminar duplicidades en las administraciones públicas. Pero ya. Finiquitando aquellas de sospechosa utilidad para el ciudadano, aunque de provecho obvio para los partidos: retiro dorado para viejas glorias, callar bocas incómodas mediante egos satisfechos o pagando de favores a cambio de cargo. Me refiero a diputaciones provinciales e incluso al Senado, sin desdeñar la posibilidad de unificar ayuntamientos entre municipios limítrofes de pocos habitantes. La reforma de la Ley Electoral es una reivindicación popular que gana adeptos cada día que pasa y que no podrá obviar por mucho más tiempo, señor Presidente. No estaría de más una autocrítica que desemboque en una renovación valiente de su propio partido -¿en qué cabeza responsable cabe mantener a quien ha perdido cuatro elecciones consecutivas por mucho apego personal o agradecimiento por los servicios prestados que se le tenga?
Lo que España verdaderamente necesita no puede aportarlo ni PP ni PSOE -no al menos como los conocemos hoy en día- ni pasa por un modelo de Estado como el actual. De poco servirán reformas y recortes por doquier si no se acomete la reforma necesaria de los que sustenta todo el sistema: la del Estado. Todo lo demás será poner la venda sin sanar la herida, centrarse en los síntomas y no profundizar la causa de la enfermedad. Hay que trascender de lo superficial para regenerar desde el núcleo.
PD: Señor Rajoy, España necesita un Presidente que se dirija a la Nación para comunicar, para dar explicaciones en horario de máxima audiencia, no uno que huye por las puertas traseras.
Twitter: @CarmelaDf
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