Hoja de ruta de las tijeras

27/04/2012

diarioabierto.es.

Es posible que la música de los números la imponga la señora Merkel o los dichosos mercados, pero la letra de los decretos es cosa de los gobiernos domésticos. Si el meter la tijera es un mandato, la ruta de sus afiladas hojas es una libre elección. Quebrada la candidez por el trauma de saber que los Reyes son los padres tampoco se esperaba de la derecha que abrazara a estas alturas la causa de la justicia social. Aún así albergaba la vana esperanza de que, ya que soy cumplidor contribuyente en tiempos de amnistías fiscales, no me tomaran dos veces por lerdo. Y así es cuando, de manera tan machacona como hipócrita, los coros y danzas del Ejecutivo juran que se reparten los esfuerzos para salir de este atolladero de la crisis.

Nada tan simple como recordar que quienes se han negado a aplicar un impuesto a las grandes fortunas ─que tampoco implantó el gobierno socialista se supone que por un imperdonable olvido─, o una tasa a los bancos, que se lo siguen llevando no vuelta y vuelta sino crudo, son los mismos que cobrarán a los jubilados parte de sus medicamentos o dejan a 150.000 inmigrantes sin tarjeta sanitaria. Ya sé que este argumento es demagógico, sectario y cainita, como alguien me llamó hace unos días, pero no llego a más y bien que lo siento. Y lo lamento porque, de justificar con adjetivos tropelía tras tropelía en portadas, editoriales, artículos, tertulias o salas de espera del dentista igual podía optar, quién sabe, a algún pesebre en RTVE aunque sólo fuera para reponer Los Chiripitifláuticos.

Entre los mandados de doña Angelines a don Mariano no constaba, que se sepa, ni que se entrara de nuevo en la televisión pública con aires cortijeros ni que el Bayern eliminara al Madrid. Lo segundo, muy a mi pesar, ya ha pasado. De lo primero tendremos noticias o, lo que es más grave, dejaremos de tenerlas. Estos modos autoritarios ya ni siquiera tienen cobijo en los objetivos de déficit ni los ordena Europa. Sólo se entienden en aquellos que equiparan la democracia a la aritmética para convenir que, cuando se quedan solos en el Congreso en defensa de unos Presupuestos lesivos para las mayorías, igual no tienen más razones pero sí más diputados.

El colchón del apoyo popular no sirve para todo. Si se mantuviera intacto, hipótesis más que dudosa, tampoco. Sobre sus pilares no se puede sustentar condenar más a la miseria a los ya miserables o dejarles de atender en todo lo necesario en atención no a sus enfermedades sino a su nacionalidad. No sólo es de sentido común. Es un derecho fundamental que está muy por encima del derecho de cualquier ministra a fundamentar sus atropellos en un ‘los españoles primero’ porque como, con lucidez y profesionalidad, ha dicho un médico: “Yo trato a personas, no a asegurados”. No hace falta ni una coma más.

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