Josep Guardiola, que debutó como entrenador hace cinco años en el Barça B y tras subirlo a segunda división A pasó a dirigir el primer equipo, anunció este viernes que «el tiempo lo gasta todo, me he vaciado y necesito llenarme. Cuatro años es una eternidad para un entrenador del Barça. Me voy a descansar».

Atrás quedan los 13 títulos y su forma de renovar el fútbol. Atrás queda la ilusión que ha sabido generar en toda una afición a la que le ha dado las pocas alegrías en tiempos de crisis. No es extraño que el pasado martes, tras ser eliminados de la Champions por el Chelsea, los cien mil asistentes al partido le despidieran con una gran ovación. Ya se presumía que se estaba agotando la mejor época de la centenaria historia del club.

La sorpresa fue cuando el director deportivo, Andoni Zubizarreta, comunicó que su sustituto sería el actual segundo entrenador azulgrana, Tito Vilanova, para seguir con la filosofía de que «antes de fichar, miremos lo que tenemos en casa», como se ha hecho en estos años en la que la gran mayoría de jugadores del primer equipo proceden de la cantera. Además pretenden seguir con la filosofía de seguir con el actual modelo futbolístico que han conseguido que muchos consideraran que el equipo era el mejor del mundo.

Con este anuncio se pone fin a un largo periodo de incertidumbre sobre su renovación, dado que este técnico siempre ha querido comprometerse por periodos cortos, sin embargo explicó que ya había anticipado esta decisión al presidente del club el pasado octubre, «pero no se podía hacer público antes para no desmotivar a los jugadores».

Durante este periodo la proyección del equipo ha roto el marco estrictamente futbolístico para convertirse en un ejemplo en muchas causas solidarias, como es el patrocinio de Unicef que luce en la camiseta o las escuelas de fútbol que ha creado en países subdesarrollados. En contrapartida, el discutido anuncio de Qatar fundation, criticado por promocionar el sistema politico de aquel país árabe.