La edición correspondiente al segundo trimestre del año también mantiene sin cambios su previsión de déficit para la economía española, que cumplirá con los objetivos acordados con la Comisión Europea, ya que cerrará este año en el 5,3% y el próximo en el 3%.
El servicio de estudios de la entidad advierte en su informe del «riesgo de retroalimentación negativa entre austeridad y recesión», por lo que subraya que la consolidación fiscal debe ser gradual y con planes explícitos para un horizonte multianual. En su opinión, no se debe poner todo el peso en las medidas de austeridad, sino en reformas estructurales a cambio de una estrategia de crecimiento.
«Es necesario revisar los planes de consolidación fiscal de manera coordinada (para no funcionar con excepciones que serían difíciles de entender), apuntando a objetivos de déficit estructural, en consonancia con el espíritu del tratado fiscal, y con una trayectoria de ajuste más gradual», remarca.
Sin embargo, la entidad incide en que, a cambio de este mayor gradualismo, los Estados miembros deben elaborar planes de consolidación «integrales, explícitos, detallados y plurianuales».
En este sentido, defienden que unas finanzas públicas saneadas se pueden lograr sin grandes daños sobre el crecimiento en el corto plazo, lo que, al mismo tiempo, permitirá cosechar los beneficios de largo plazo de las reformas estructurales que se están implementando en los países periféricos.
La eurozona, principal riesgo para la economía mundial
Por otro lado, BBVA Research apunta que un nuevo estallido de la crisis europea sigue siendo un trimestre más el «principal riesgo» para la economía mundial, con consecuencias potencialmente muy negativas para el crecimiento. «El aumento de las tensiones puede surgir de la fatiga reformadora en los países periféricos, junto con la fatiga de financiar más rescates en los países centrales en un contexto de procesos electorales», advierte.
A este respecto, señala que la provisión de liquidez a largo plazo por parte del Banco Central Europeo (BCE) fue solo una «respuesta temporal» a la crisis periférica y avisa de que sus acciones «sólo pueden salvar el corto plazo, ganar tiempo mientras se abordan los problemas económicos e institucionales de fondo».
Sin embargo, considera que las autoridades europeas no han aprovechado la oportunidad que han supuesto las inyecciones de liquidez del BCE para concretar una hoja de ruta «clara y creíble» para salir de la crisis. En su opinión, aunque ha habido algunos avances para resolver la crisis en Europa, aún faltan «pasos importantes» como un cortafuegos «más potente», una hoja de ruta para la consolidación fiscal y una agenda para el crecimiento.
Asimismo, añade que no se puede empezar ya a hablar de estrategias de salida para el BCE, pero recalca que deben impulsarse las reformas económicas, al mismo tiempo que se reequilibra la demanda en la zona euro, con un estímulo de la misma en los países centrales.
En su opinión, es hora de que las autoridades e instituciones, tanto en Europa como en Estados Unidos, releven a los bancos centrales de manera decisiva en su tarea de reavivar el crecimiento, mediante la implementación de reformas económicas e institucionales y la gestión de los riesgos fiscales. Aún así, propone que, mientras estas medidas entren en vigor, los bancos centrales sigan apoyando el adecuado funcionamiento del mecanismo de transmisión monetaria.
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