15-M: un año después

15/05/2012

diarioabierto.es.

¿A qué se debe este esfuerzo sideral por desprestigiar el 15-M? Por minimizarlo, por caricaturizarlo. Especialmente, desde determinados medios de comunicación, porque la clase política, salvo algunos ruidosos patinazos, parece haber cogido la espiral de dejar morir el movimiento por ignorancia directa, porque los insultos dan oxígeno. Sin embargo, el fuego sigue alerta, se consume a sí mismo, se alimenta, nace y renace, se dispara y se teme como una llama viva que es capaz de tocar el cielo de Madrid, por más que unos cuantos periodistas parezcan empeñados en confundir la indignación con la delincuencia ciudadana, el cabreo legítimo con una más que supuesta frivolidad progresista y el deseo de dignidad pública con una especie de anacronismo ideológico.

La única conclusión posible es que el poder, y todos los aledaños del poder, frente a la noticia de una ciudadanía que se sabe en posesión –o, más bien, en la legitimidad de su deseo de posesión- sobre su destino histórico, que este último año ha convertido una desesperanza individual en un clamor colectivo, buscan desvirtuarla.            Quienes reprochan al 15-M que no se haya articulado como un partido político olvidan que el principal grito del movimiento ha sido ese furioso “Que no, que no, que no nos representan”, con lo que poco sentido tendría retomar, desde dentro del propio 15-M, unas estructuras organizativas que han sido baluartes esenciales en la actual pirámide de poder. Caso distinto habría sido que un partido ya constituido hubiera entablado un diálogo con el movimiento –y habría dado igual que fuera el PP, el PSOE o IU-; no para apropiarse de la atención periodística en víspera de elecciones, como ocurrió a Cayo Lara, que se fue para casa con unas cuantas botellas de agua encima, sino para establecer las bases de una conversación que tenía a la gente en la calle, sin terminologías partidistas, clamando por un punto de giro, una salvación real de unos derechos que se han estado viendo, y se ven ahora más, triturados por poderes ajenos.

Ese diálogo no se ha producido nunca. El siguiente paso es criminalizar el 15-M. Basta que se repitan algún suceso lamentable, como la intimidación a los parlamentarios de la Generalitat o la quema incontrolada de algún contenedor, para que los voceros del poder acaben afirmando que el 15-M es terrorismo urbano. Nunca va a interesarles cuestionar los maleados cimientos de su propio poder. ¿Para qué escucharlos?

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