De despistes y agravios

27/05/2012

diarioabierto.es.

Que inviten a don Mariano a una cumbre del crecimiento cuando uno pensaba que hacía tiempo que había dado el estirón no deja de ser meritorio. Desde Moncloa no se tardará pues en venderlo como un hito de primer orden como se ha hecho con la reunión de Chicago con Merkel a bordo del ya legendario barco que, como ejemplo claro de internacionalización, ha venido a sustituir al de Chanquete en el imaginario español. Lo cierto es que el presidente no arrancó de doña Ángela ningún compromiso firme para que el Banco Central Europeo socorra a España, pero eso es lo de menos. Que no se fíen del país no es incompatible con compartir palomitas con su jefe de Gobierno. Y el caso es que uno no entiende estos recelos. Si es porque Bankia declaró beneficios de 300 millones cuando había perdido 3.000 o porque Aguirre anunció un déficit que luego era el doble o porque el entonces candidato juró y perjuró que no subiría impuestos ni pondría un euro público para los bancos y luego pasó lo que pasó pues, francamente, estos mandatarios europeos son unos tiquismiquis. Y encima no hay himno que les despiste de sus afanes.

Con lo fácil que es aquí. Cuando Kirchner nacionalizó YPF, otra afrenta ya caída en el olvido, no faltó quien, desde el propio Gobierno Rajoy o a través de algún palmero interpuesto, achacara la decisión a su voluntad de desviar la atención sobre los problemas internos de la Argentina. No será Aguirre, toda una maestra en estas lides, quien necesite referentes para hacer lo propio aunque los mismos que denostaban a doña Cristina no duden en consagrar como cuestiones de estado las patochadas de doña Esperanza. No debe ser casual que su propuesta para suspender la final de Copa si se silbaba el himno, tan disparatada que ni siquiera fue secundada por Manolo el del Bombo pese a sus tintes patrióticos, coincidiera en el tiempo con una huelga en la enseñanza y una seria amenaza de despidos en Telemadrid además de la mencionada ‘mentirijilla’ sobre el balance de sus cuentas.

La elasticidad de sus conceptos es tal que si se silba a un presidente del Gobierno socialista en un desfile se ejerce la libertad de expresión en Madrid, y así lo presumía ella ante otros colegas autonómicos, pero si el abucheo es contra unas corcheas se torna intolerable. Con independencia del mayor o menor grado de civismo, poco, que denota la monumental pitada lo cierto es que las patrias, tanto unas como otras, que a estos efectos igual da un nacionalismo que otro, hasta ahora han servido de eficaz ‘aguaplast’ con el que tratar de taponar las grietas del sistema. Sólo cabe esperar, por escudriñar algo positivo entre tanta desgracia económica, que el paro disparado, la actividad económica por los suelos, muchas gentes desahuciadas de sus casas y millones de jóvenes sin futuro procuren un antídoto contra quienes se envuelven en la bandera de sus intereses y tratan de hacerlos de todos.

No hay mayor patriotismo que ser justo con quien más lo necesita hable el idioma que hable o haya nacido donde haya nacido. Por ello, mientras se hurta de la salud de los ciudadanos y de su educación al tiempo que se mete el dinero de todos, se quiera o no, a paladas para salvar a un banco no me vengan con otros agravios ¿acaso conocen alguno mayor que éste? Yo no.

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