Formación: originalidades, las justas

30/05/2012

Jose Hermida, periodista,
escritor y consultor de comunicación.
La socia-directora de Training Up, Felisa de la Fuente Cid, visita a Ernesto Vellín, responsable de RRH en Murray & Co (empresa de moda de vanguardia en la que ninguno de sus empleados tienen ni la más remota idea de quién demonios puede ser el tal Murray). Felisa y Ernesto no hablan inglés, pero pronuncian con soltura 'training' y 'three-sixty'. También son capaces de decir 'brochure' con un convincente acento de La Isla.

—Queremos una sesión de formación innovadora, Felisa —explica Ernesto—;  nuestros directivos han vivido experiencias formativas de mucho interés en el pasado, pero ahora veo que necesitan algo más intenso, más motivador…

Felisa escucha las palabras de su interlocutor con la expresión de Atila antes de pasar a cuchillo a un par de legiones romanas. A continuación dispara:

—Ok. Quiero que veas nuestro programa de transferential coaching.

***

—No, no —interrumpe Ernesto con un gesto de hastío— eso ya lo hemos hecho. Está muy bien, ya lo sé, pero ya es old hat para nosotros.

Felisa ha cambiado radicalmente de expresión, pasando de la de Atila a la de cualquiera que en ese momento pudiese estar viendo a un individuo con cuatro orejas. ¿Cómo diablos han organizado esa acción formativa si a ella se le había ocurrido anoche? Pero se repone inmediatamente y vuelve a mimetizarse en el bárbaro huno:

—Mira, Ernesto, en lugar del transferential, lo que te propongo es un outdoor de salto en paracaídas…

—Eso está muy visto, Felisa…

—No, espera,  es que nosotros lo hacemos de tal modo que el coachee salta del avión junto al coach y la formación tiene lugar… ¡en caída libre!, ¿qué te parece?

—¡Hum!, no sé, no sé… la idea no es mala del todo, pero, ¿no podría ser de un modo más emocionante?

Ahora Felisa ha cambiado a una nueva expresión. Ha pasado a convertirse en una pantera en ayunas. ¿Qué se ha creído ese individuo? ¿Qué ella se va a rendir? ¡Eso jamás!

—Er-nes-to —dice ella troceando el nombre del interlocutor a fin de dominar el casi incontenible impulso de descuartizarlo a él físicamente— la diferencia de nuestro programa formativo es que al coachee lo lanzamos al espacio, pero sin paracaídas, ¿entiendes?

—¡Psé! Bueno, eso sí podría servir… deja que lo piense y te digo algo.

***

Tal vez a usted le resulte algo exagerado el diálogo anterior, pero no crea que lo es tanto. Muchos consultores de formación se han visto involuntariamente inmersos en disparates no sustantivamente distintos de los anteriores. La tensión entre innovación y garantía de éxito puede hacer que la balanza de la decisión se incline hacia la una o la otra en función de la cultura de la organización. Pero la cosa no queda ahí. Un innovador seminario en el que el ponente utilice una pizarra en lugar de 470 soporíferas diapositivas de Power Point, podría poner en guardia a un comprador de formación convencional, del mismo modo que un responsable de formación con responsabilidad en una organización vanguardista podría volver la espalda a cualquier sesudo y eficaz programa formativo cuyo formato no fuese distinto.

La clave de todo este asunto se encuentra en el establecimiento de objetivos. ¿Qué es lo que realmente se desea hacer? ¿Consumir el  presupuesto asignado antes del cierre del ejercicio? ¿Corregir conductas indeseadas dentro de la organización? ¿hipnotizar a los participantes en la formación? ¿Matar de aburrimiento a la gente? O bien, en lugar de todo eso, ¿qué tal si nos centramos en compartir conocimiento e impulsar el talento?

Se han visto y se siguen viendo disparates tales como un seminario de Uso Eficaz del Tiempo impartido en un paradisíaco lugar del Caribe… ¡a diez mil kilómetros de distancia!, cursos de 24 horas para transmitir los valores corporativos de la empresa que tan sólo consisten en diez puntos y otras ideas por el estilo. Recuerdo el caso de una gran empresa familiar cuyo negocio se venía abajo porque habían abierto una nueva y enorme fábrica en un apacible lugar cuyo emplazamiento exigía a los empleados que de la noche a la mañana tuviesen que recorrer entre ida y vuelta desde sus domicilios más de 100 kilómetros diarios. Era entonces una época de pleno empleo y docenas de empleados se iban cada mes a otras empresas competidoras. Los directivos trataron de organizar precipitadamente un seminario para evitar el desastre. ¿Cómo bautizaron a la acción  formativa? ¡CURSO DE RETENCIÓN DE PERSONAS! ¡¡Y la asistencia era obligatoria!!

***

Jose Hermida es periodista, escritor y consultor de comunicación. Es el Asesor Técnico de la revista Emprendedores, publicación que puso en marcha, junto a Susana de Pablos, para el grupo editorial Hachette Filipacchi. Su libro más reciente, Confucio y la Máquina de Café es una frenética y divertida historia que discurre en torno a los canales de comunicación informal dentro de la empresa. En su libro anterior, Hablar sin palabras, actualmente en su cuarta edición, Hermida presenta un innovador enfoque de la comunicación no verbal desde el punto de vista de las relaciones de dominación y sumisión en el seno de las organizaciones.

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