Lo primero, dar la enhorabuena a la agencia de comunicación que lleva las variadas marcas que lucieron las llamadas «famosas» que asistieron a la fiesta de Kenzo, que celebraba el verano en el golf del Canal de Isabel II en Madrid. Han sido más rápidos que los bloggers. Esta mañana ya han enviado las fotos de las famosas en el «fotocol» con sus estilismos y el precio, sólo ha faltado los puntos de venta, pero todo se andará.

Siempre me ha llamado poderosamente la atención este intercambio; te cambio tu fama por tu ropa y tus complementos. No es nuevo de España, se hace en el mundo de la fiesta en todo el Planeta. Sí es útil, no lo niego, pero es raro. Primero, por el concepto. Una fiesta debería ser eso, una fiesta. Y luego, la asistencia. Se supone que uno debería estar deseando que llegara uno de esos actos sociales para estrenar o para lucir esas piezas que tiene en el armario y que no puede ponerse para ir al mercado o a trabajar….

Claro, que bien pensado, es muy útil. Te envían a casa los modelos, te los pones -no tienes que pensar si te quedan bien o te hacen alta y delgada porque hay una estilista que ya piensa por ti y tu estilo- y luego los devuelves con la consiguiente ventaja de no tener que hacerles sitio en el armario ni llevar al tinte. Cuando los periodistas publicamos la crónica de la fiesta, se supone, que los admiradores, fanes y seguidores de las supuestas «famosas» correrán a las tiendas para hacerse con los estilismos de sus ídolas. Y así, hasta el siguiente “fotocol”. ¿De verdad es una fiesta?