Especulaciones, rumores y daños económicos

12/06/2012

Ramón Almendros, director de Estudio de Comunicación.

Si se repasa la prensa, incluso la especializada, y las declaraciones de políticos de todos los signos, y las opiniones y recetas de los más reputados economistas, se observarán profundas diferencias, a veces hasta antagónicas, sobre la gravedad de la crisis económica de España, su análisis y sus posibles soluciones. No sería convincente ni incluso útil el pensamiento económico único, pero del pensamiento único a tal disparidad de criterios media un buen trecho. Y si añadimos como ingredientes especulaciones sin fundamento y rumores, antesala sólo de la desinformación,  completaremos un panorama informativo tan preocupante como la propia crisis.

Por poner algunos ejemplos, en informaciones u opiniones publicadas sobre las necesidades financieras de nuestra banca pueden comprobarse diferencias de decenas de miles de millones de euros, que han llegado hasta un 300 % de unos datos sobre otros. También el planteamiento de crecimiento frente al de austeridad, como si ambos fueran antagónicos y no complementarios, como lo son. El uno y la otra han de estar en estrecha correspondencia para que la mejora de nuestra economía no consista sólo en recortes de gasto pero tampoco en un crecimiento a ultranza sin el necesario y riguroso saneamiento que posibilite crecer sólida y sosteniblemente. No debemos volver a crear un ídolo con pies de barro que se nos estrelle contra el suelo a la primera exigencia de los mercados.

La economía creadora de riqueza se fundamenta en la confianza, hasta el punto de que no se conoce actividad económica alguna cuyo buen resultado se dé sin su existencia. Por eso es un ejercicio de irresponsabilidad destruirla y generar desconfianza cuyo objetivo es, a veces, perjudicar a una empresa, a un país o a un entorno económico en beneficio de otro. Es una táctica tan antigua que suele conllevar una trampa. Lo que sorprende es la facilidad con la que podemos caer en ella, aun con la mejor intención, periodistas, medios y líderes de opinión por tratar de ofrecer una supuesta primicia, una exclusiva o un punto de vista más o menos original o brillante.

Pongamos también casos ilustrativos como, por ejemplo, el vaticinio poco afortunado de un prestigioso economista norteamericano, Paul Krugman, nada menos que premio Nobel de Economía, que, en términos más que confusos, especuló hace algún tiempo sobre un “corralito argentino” en España para el mes de julio. Nos faltó tiempo para hacernos eco de tan nefasto pronóstico sin pararnos a pensar que tal situación se produjo en el país sudamericano por la imposible coexistencia de dos monedas, el peso y el dólar, con intereses contrapuestos entre quienes apostaban por una u otra. No es, ciertamente, el caso de España por lo que someter a un juicio crítico tal aseveración, no estaría de más. Sólo el ministro Montoro salió en su momento al paso.

Otro ejemplo es la afirmación del economista Nouriel Rubini de que España puede terminar como Grecia, tesis a la que se ha abonado algún político español. Quien predijo una y otra vez y durante varios años una crisis financiera mundial, hasta terminar concretándola en su libro Riesgo de un Colapso Financiero, hace ahora una predicción mucho más concreta que, con elementos objetivos en el análisis, no parece contar con un índice de probabilidad estimable. Y a los analistas de prestigio como él corresponde separar la inapreciable probabilidad (el cálculo de probabilidades existe) de la posibilidad de que tal predicción se cumpla. De hecho el propio Rubini ya ha sentado el principio económico de que las crisis no son la excepción sino la norma. Esperemos que acierte con la última de sus predicciones de que la tragedia griega está viviendo su último acto.

No se trata en absoluto de predicar una filosofía de camuflaje de los problemas de nuestra economía y nuestra sociedad y sí de evitar el catastrofismo innato de nuestra forma de ser. La información crítica no debe consistir en magnificar un problema sino en ponderarlo con responsabilidad. Si lo dimensionamos correctamente evitaremos su agravamiento y será menos difícil su solución.

Especulaciones informativas y rumores sin fundamento hacen un daño difícilmente reparable a nuestra economía y a nuestros agentes económicos, sean bancos, empresas, instituciones, etcétera. Pensemos por ejemplo en cómo se mueve la prima de riesgo, el llamado índice de confianza sobre la economía de un país, a golpe de declaraciones, opiniones y valoración de determinados hechos, o cómo suben o bajan las cotizaciones en los mercados de valores. La información es tan influyente en la vida económica que no podemos permitirnos jugar con ella.

La comunicación esta jugando y seguirá haciéndolo un papel fundamental en estos momentos de zozobra económica. Los gobiernos, los políticos, sus equipos de comunicación, deben ser conscientes de ello. Pero también los Medios informativos y los periodistas deben hacer un ejercicio de prudencia y mesura. Todos, también los Medios de Comunicación, salimos perjudicados con la crisis.

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