Ferocidades de un cascarrabias

12/06/2012

Daniel Serrano.

Tenía pensado hablarles de una novelita francesa de ambientación suburbial y tono costumbrista y humorístico pero he cambiado de idea. Entre otras cosas porque no acabo de discernir si la novela en cuestión (El caso del bar Balto es su título; Faïza Guène, su autora) posee virtudes literarias o no, si merece la pena ser recomendada o enviada a la piscina donde Umbral arrojaba los libros condenados. Yo qué sé. En la misma medida me ha entretenido y me ha dejado indiferente, y en desigual medida me ha irritado en extremo una traducción que convierte el argot de los suburbios parisinos en una jerigonza tontorrona (que a lo mejor lo es también en el original, quién sabe). Ante tanta duda metódica he girado la cabeza y ahí estaba otro título que me viene acompañando en los últimos días y, si bien no es una novedad, todavía puede encontrarse en los estantes de las librerías más exigentes. Me refiero a Escaramuzas, anotaciones a vuelapluma y voz en grito efectuadas por Antonio Martínez Sarrión, poeta con mal genio e incorregible tendencia a llamar a pan, pan y al vino, vino.

Martínez Sarrión, básicamente, dice lo que le da la real gana y no se ocupa de meditar si eso que dice es políticamente correcto o le va a molestar a alguien o puede perjudicarle a la hora de hacerse con un premio, seminario o colaboración en hoja parroquial alguna. Para que se hagan una idea, Martínez Sarrión escribe en estas Escaramuzas que Mario Vargas Llosa le parece un capataz de obras (eso sí, “ducho”); Arrabal, un patoso; Dalí, un tunante; Umbral, un dandi hortera; Jünger, témpano de patológica inhumanidad. Errará, no obstante, quien busque en este dietario un mero catálogo de afrentas. No. Es sólo que Martínez Sarrión se opone a templar gaitas y menos a estas alturas, en un momento de su existencia que el propio poeta define así:

“Etapa de mi vida ordenada, rutinaria inclusive, y de sueños nocturnos vívidos, brillantes, cosmopolitas y colmados de dicha. Ni una pesadilla”.

Sarrión es un ogro de feroz ternura que anota grandes frases propias y ajenas. Entre sus citas, aquí algunas:

“El estilo es tener algo que decir”. (G. B. Shaw).

“Fue arponero a quien nadie igualó, pero la mar en invierno a unos pescadores de otros no distingue”. (De una inscripción funeraria)

“Me gustan, como a los gatos, los sillones cómodos, el pescado y el fuego, y los halagos”. (Pio Baroja)

“El poeta debe entrar, con la cabeza descubierta, en el centro de la tempestad”. (Hölderlin).

(Y de estricta actualidad):

“Unos cuantos granujas con sangre en las corbatas

afilan sus cuchillos en lingotes de oro”. (Carlos Edmundo de Ory)

Solo por esas citas cazadas al vuelo a lo largo de todo el libro, merece la pena adentrarse en la lectura de estas Escaramuzas de Sarrión, escritor que no sólo de literatura nutre su prosa, claro está, sino que opina también sobre política aunque dicha opinión, dado que las anotaciones datan del periodo 2000-2010, cobra hoy otro sentido. Véase, por ejemplo, cuando afirma Sarrión preferir a Aznar antes que a Rajoy: “Detestándolo también, prefiero mil veces a Aznar, reaccionario feroz, mentiroso, taimado y chulo, pero sin esa capa de repulsiva ranciedad de su lacayo”.  Escribe esto Sarrión aún conmocionado por la matanza del 11M y la ceremonia de confusión posterior. ¿Qué no escribirá ahora el feroz Sarrión con Rajoy en la Moncloa y en tan atribuladas circunstancias?

Escaramuzas resulta un excelente entretenimiento, lectura que invita a otras lecturas y soleada ventana a la que asomarse. Martínez Sarrión, como buen albaceteño, escribe a navaja y tiene tan buen criterio cinematográfico que defiende la incomprendida Inland Empire de David Lynch, extrema experiencia artística florecida en los márgenes de Hollywood, donde toda heterodoxia (o casi) es posible.

Martínez Sarrión, eso sí, aborrece a los Estados Unidos de América (exceptuando el cine, el jazz y algún escritor) y en eso, qué se le va a hacer, jamás estaremos de acuerdo. Hoy por hoy preferiría ser súbdito del Imperio USA a padecer como padecemos esta suerte de dictadura prusiana.

Lean Escaramuzas y disfruten o escandalícense y arrojen por la ventana el libro, que para eso están las obras libres, para crear disensos y no para agradar a todo el mundo. Desde siempre los escritores han discutido y se han insultado y han polemizado unos con otros y han retado a duelo a los críticos. Pero ahora. Buff. Qué aburrimiento. Ya ni siquiera salen en la tele los escritores, no como cuando éramos pequeños y Terenci Moix entrevistaba en La Uno a Kirk Douglas y Mercedes Milá (antes de volverse loca) se las veía con un Camilo José Cela dispuesto a epatar a cualquier precio. Ya ni polemizan los escritores.  Ah, y puestos a polemizar, una de las citas de arriba me parece adecuadísima para uno de nuestros escritores de mayor fama y modernidad de ahora mismo. Dedicado a Agustín Fernández Mallo: “El estilo es tener algo que decir”.

Ahí queda eso.

Escaramuzas. Antonio Martínez Sarrión. Alfaguara. 201 páginas.

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