Decisiones de vida

16/06/2012

diarioabierto.es.

Conocí a la madre de Paula hace algunos meses, a través de una amiga que me dijo que yo tenía que conocer a Paula, porque era una niña muy especial y que sabía hacer unas cosas increíbles con las manos.

A Paula le encanta modelar  y hace muñequitos con plastilina. Los mismos muñecos que yo hacía cuando tenía su edad. Mi amiga le habló de las figuras que yo hago, le enseñó algunas y Paula dijo que me quería conocer y mi amiga le dijo que a mí me encantaría conocerla.

Y así fue. Un día quedamos, en un parque cercano a casa. Paula venía acompañada de su madre, y yo esperaba con mi amiga sentadas en un banco. Yo nerviosa e impaciente, y mi amiga tenía un brillo incesante en la mirada, diferente al brillo de otros días.

Cuando ya tuve a Paula lo suficientemente cerca como para que mi miopía me permitiese distinguir su rostro y ver sus ojos, lo entendí todo. Entendí porque Paula era especial y porque yo estaba allí ese día.

Era una niña de apenas 14 años de edad. Poco antes de nacer los médicos le dijeron a su madre que Paula venía con problemas graves. Su cerebro se había dañado y que Paula había desarrollado también algunas deformaciones en el rostro, y que tendría problemas (tratables) para caminar y poder hacer una vida normal.

La madre se asustó mucho. Los médicos le dieron la opción de interrumpir el embarazo pero… pero el corazón de Paula retumbaba aún en el oído de su madre. Su hija estaba viva. Sería deforme y tendría problemas. Pero ella había sentido a su hija darle pataditas, respirar e incluso alimentarse dentro de su cuerpo.

Así que la madre de Paula optó por traer a esa niña al mundo y trataría de darle la mejor vida posible. Los médicos valoraron la valentía de la madre, y le mostraron todo su apoyo y a día de hoy aún lo tiene.

A simple vista ves a Paula y piensas que es una niña diferente al resto. Habla con dificultad, camina diferente a las demás niñas, y hace muecas con su rostro que no son los oportunos, pero… Paula es muy especial. Primero, porque llegó al mundo con un grave problema de salud y unas tremendas ganas de vivir y segundo, porque tiene los mejores padres del mundo.

He visto a Paula realizando figuras de plastilina. Y es maravilloso. El interés que pone y la paciencia no la he visto jamás en otro niño. Y cuando yo hago algún muñeco ella me mira con admiración y ganas de aprender y cuando termino, trata de imitar mi figura y cojo sus manos pequeñas y la guío y de verdad que, el calor que emite su cuerpo, el brillo de sus ojos y la sonrisa que se dibuja en su boca, no tiene nada que ver con lo que Paula a simple vista aparenta.

La madre de Paula optó tal vez por la solución más complicada, tal vez. Ella podría haber renunciado a la obligación que conlleva cuidar a un hijo con esos problemas de salud. Sin embargo la madre  pensó en la vida, en regalarle una vida a esa niña que se llamaría Paula y se emocionaría haciendo muñecos de plastilina, o comiendo un helado, o mirando el mar o jugando con otros niños. O simplemente viviendo la vida, el día a día, las cosas más pequeñas.

A Paula no solo le dieron la vida, sino que decidieron que debía de vivir.

Así que Paula no solo podrá estar orgullosa de sus padres en un futuro, sino que podrá decir que le dieron la vida y la mantuvieron con vida y  la cuidaron como merecía.

Ojala que la gente cuando miren a Paula no vean una niña con problemas, y sí vean, una niña alegre y divertida con ganas de comerse el mundo de un solo bocado.

Mi enhorabuena a esos padres luchadores que no tienen miedo a nada, y a Paula, para que dentro de unos años, cuando lea ya mejor que yo ahora, pueda buscar este artículo para releerlo las veces que quiera.

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