La fragilidad de las redes sociales

18/06/2012

Natividad de Mateo, directora de Cuentas, Grayling.

El primer lunes de 2012 nos sorprendió  ver en distintos medios la supuesta muerte de Fidel Castro. Miles de personas difundieron en las redes sociales un rumor que rápidamente se convirtió en noticia de alcance global. En el mes de febrero los rumores relacionados con el cáncer y la muerte de Hugo Chávez volvieron a invadir las redes sociales. A finales de marzo, diversas informaciones sobre disparos en la plaza de Tiananmen y vehículos militarizados entrando en Pekín circularon por las redes sociales chinas hasta el punto de que los grandes medios de comunicación internacionales investigaron la posibilidad de un golpe de estado en la segunda mayor economía del mundo.

Estas y otras noticias continúan alimentando un debate que ya lleva bastante tiempo sobre la mesa: ¿hasta qué punto es fiable la información que se difunde a través de las redes sociales?

Es cierto que los Trending topics de Twitter -esa lista que incluye las diez palabras más repetidas en un determinado momento- son los primeros en advertir que algo está sucediendo: demostraron su alcance global durante la captura de Osama Bin Laden y  también a escala local durante el terremoto de Lorca, en Murcia. Hoy en día, ningún otro medio es capaz de ofrecer una foto instantánea, en tiempo real, de lo que perciben en cualquier parte del mundo los cerca de 500 millones de usuarios que tiene Twitter.

La información que circula por ésta y otras redes sociales no hay que obviarla pero tampoco hay que magnificarla: su credibilidad como fuente de información fiable está, con demasiada frecuencia, en entredicho. Los rumores crecen con gran rapidez y, de ser ciertas sus informaciones, en lo que va de año hubieran enviado a mejor vida a varios mandatarios –alguno de ellos en repetidas ocasiones-, perpetrado algún que otro golpe de estado, por no mencionar la lista de actores, cantantes y famosos que habrían dejado de estar entre nosotros.

Una de sus grandes virtudes, la inmediatez, se convierte en uno de sus puntos más débiles. La información se difunde con demasiada rapidez como para corroborar su autenticidad. No es posible frenar su propagación y en cuestión de minutos llega a cualquier rincón del planeta. A esto hay que añadir el valor relativo que tienen los emisores y las fuentes de información. Según concluyen diversos estudios publicados en revistas científicas y de marketing (el más reciente en la prestigiosa revista Physical Review E ), es irrelevante quién inicia un proceso de difusión de un rumor en las redes,  ya que tendrá la misma posibilidad de éxito si lo hace un usuario de los se podrían calificar “influyentes” que cualquier otro.

Es evidente que los valores de Internet, las redes sociales y la nueva cultura 2.0 nada tienen que ver con las estructuras tradicionales. Funcionan porque sirven para que nos comuniquemos mejor y se cuentan por millones el número de usuarios y seguidores, reflejo de una sociedad cada vez más interconectada en la que la información fluye sin apenas límites ni  fronteras. Pero a pesar de su éxito y de su enorme poder demuestran su fragilidad como fuente de información fiable.

La credibilidad de la información que circula por las redes dependerá del uso que sepamos darle los propios usuarios, las empresas y las marcas. Una vez difundida una noticia o un rumor será difícil, por no decir imposible, frenarlo; pero aún más complejo será restaurar la confianza de un individuo, un colectivo, una empresa o una institución. No existen reglas, nadie controla su difusión, así que los desmentidos, explicaciones o disculpas posteriores es posible que no surtan el efecto deseado. No todos tendrán la misma suerte que el monarca español que con tan sólo once palabras (“Lo siento mucho. Me he equivocado. No volverá a ocurrir”) se convirtió en Trending topic en cuestión de minutos y en tema de portada de las ediciones digitales e  impresas.

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