El suplicio de un país politizado

24/06/2012

diarioabierto.es.

Cultura politizada, deporte politizado, justicia politizada, territorialidad politizada, entidades financieras politizadas, sistema educativo politizado, ciudadanos politizados… La pasión irracional por una determinada ideología, la absoluta falta de autocrítica se antepone al sentido común y a la responsabilidad cívica.

He de confesarlo, aunque igual esta revelación no sea muy popular: aborrezco a los borregos sectarios y detesto los mítines.  Esa multitud de personas enfervorizadas, agitando banderitas, oyendo -que no escuchando- discursos que ni analizan ni interpretan, admirando a cualquiera que colocan encima de un atril sólo porque dicho atril o el fondo del escenario están señalizados con unas determinadas siglas, gritando, piropeando, berreando cuando el bien aleccionado candidato les azuza para que armen el jaleo requerido que quede perfectamente reflejado ante las cámaras. Todo eso me provoca urticaria. La primera vez que asistí a uno necesité concienciarme al menos durante una semana y mire usted por dónde -ironías del destino- el futuro me iba a deparar tragarme miles de actos políticos, por motivos varios… Y para más inri, aquí me tienen, de columnista de actualidad política. Pero esta es otra historia… Tras tanta asistencia obligatoria, sigo sin encontrar el atractivo. Para las respectivas formaciones  los beneficios son obvios: generar noticias, titulares, imágenes de portada, aperturas de telediarios, consolidación de marca, demostración de poderío, introducción de mensajes en la memoria colectiva, aborregar, adoctrinar… No soy mitómana y al igual que nunca encontraré razón de ser al fervor que a miles de almas les provocan los dichosos mítines, me ocurre lo mismo con situaciones similares: a pesar de que disfruto con un buen partido de fútbol, me provoca vergüenza ajena observar como los futbolistas son perseguidos, acosados o tratados como héroes.  La admiración excesiva e irracional por determinadas personas sólo por su profesión o por su fama, es bochornosa para el que la profesa. En nuestro país hay mucho tarado que equipara PP y PSOE a Real Madrid y Barça –por ejemplificar con una máxima rivalidad bien conocida por todos-.  Los deportistas forman parte de un espectáculo, pertenecen al mundo de la diversión, del ocio,  pero a los políticos -nuestros representantes institucionales-, se les otorga la inmensa responsabilidad de gestionar una ciudad, una comunidad o un país, teniendo la facultad de legislar y gobernar: por  tanto, de mejorar la calidad de vida de sus representados o de llevarlos a la ruina -a los hechos recientes me remito-.

No se trata de jalear al propio y demonizar al adversario hagan lo que hagan, de justificar lo injustificable porque es “uno de los nuestros”, de glorificar al partido con el que simpatizamos sólo porque no lo ha hecho tan mal como el contrario, de escudarnos en esa máxima del “y tú más” convertido en estandarte de la paupérrima política contemporánea. Se trata de exigirles el máximo, apostar por la excelencia, no pasarles ni una y obligarles a un comportamiento público intachable. Deberían cobrar en función de objetivos cumplidos como todo profesional cualificado. Un sueldo base por su tiempo y por acudir a su puesto de trabajo y un variable -generoso para evitar tentaciones–  en función de la consecución de sus objetivos: eficiencia en la gestión de los presupuestos, disminución del gasto público, número mínimo de intervenciones en los plenos, de comparecencias públicas, de encuentros con los ciudadanos, de iniciativas por cargo electo, porcentaje de propuestas del programa electoral puestas en marcha -con éxito-  a lo largo de la legislatura… No estaría de más una penalización por los compromisos incumplidos.

Caso aparte es la asistencia a su puesto de trabajo, que eso evidentemente no debe ser nunca un objetivo, sino una obligación implícita.  La no comparecencia injustificada  y reiterada  debería ser causa de despido disciplinario, como para los demás empleados de este país. Nada de multas ridículas: de nuestros impuestos salen sus sueldos, o sea, que la sanción por no cumplir con sus obligaciones también procede de nuestros bolsillos. Si esos ilustres cargos electos tienen el privilegio de hacer novillos cuando les sale del pairo y sólo son amonestados con una mínima penalización monetaria, ¿por qué no los demás? Es posible que por dos cosas: quizá tengamos más vergüenza, y desde luego, los dueños y accionistas de nuestras empresas no son tan condescendientes con sus patrimonios como los que presiden las altas instituciones con el dinero de todos.

Twitter: @CarmelaDf

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5 pensamientos en “El suplicio de un país politizado

  1. Lo has explicado muy bien. Algunos se creen que ser del PP o del PSOE es como ser forofos de un equipo, hasta la muerte ganen o pierdan, hagan trampa o juego limpio. Y gobernar es mas serio que jugar aunque visto los inutiles que tenemos pues es muy normal que nos los tomemos a guasa.

  2. Despoliticemos España y deportivicemos ESpaña! Nuestros deportistas de matrícula de honor, los políticos de los últimos diez años de muy deficiente.

  3. Si algún partido lleva en programa lo que estás proponiendo sobre eficiencia en la gestión de presupuestos, disminución del gasto público, número mínimo de intervenciones en los plenos, de comparecencias, de encuentros con los ciudadanos, de iniciativas por cargo electo,de penalización por los compromisos incumplidos, etc. le compro, le voto y le re-voto… Se Intuye que nos quedaremos con las ganas one more time.

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