No hay peor ciego…

24/06/2012

diarioabierto.es.

Es posible que en el océano de despilfarro de los poderes públicos los viajes y hospedaje de lujo del señor Divar a costa del riñón del contribuyente hayan sido tan solo una inapreciable gota. En cualquier caso lo que más estupefacta es que el ya dimitido presidente del CPGJ le dé vueltas al magín para discernir qué es lo que ha hecho mal. Por lo visto no tiene conciencia de ello. Y esa laguna cognitiva viene a ser lo peor del caso. Si a quien pasa por ser la cuarta autoridad del estado, hombre a quien se le supone empapado, no ya en leyes, sino del barniz ético que debiera acompañar todo desempeño de labores como la suya, no se le ocurre dónde reside el abuso, apañados vamos.

¿Con qué cara le pediremos en un juicio al  ratero de poca monta que no mienta cuando lo hacía el jefe de los jueces? Actos oficiales que no eran tales, endebles, cuando no sonrojantes, coartadas o dispendios injustificados en las facturas e injustificables en la deontología profesional conformaban un cúmulo insostenible de tropelías cuya solución, aún así, se ha demorado en el tiempo más de lo aconsejable. Tal es así que ha habido más días que longanizas para que, por ejemplo, el presunto progresista Alberto Ruiz Gallardón introdujera una de sus dos extremidades inferiores (vendría a ser ‘meter la pata’ de no tratarse de un ministro muy fino) en tan desagradable asunto.

Fue cuando, tras el archivo por parte de la Fiscalía de la denuncia, aseguró que don Carlos salía fortalecido. Una visión que le equipara a su presidente, el mismo de ‘no habrá rescate’ entre otras joyas, y a varios de sus colegas de Gabinete en dotes adivinatorias. Lo cierto es que ha salido por la puerta de atrás asaz quejoso y plañidero. Calificar de “campaña cruel” lo que sólo ha sido destapar sus groseros excesos únicamente obedece a una táctica victimista o a otra enorme laguna cognitiva sobre lo que es y no es cruel. Lo es estar sin trabajo ni futuro. No lo es estar viviendo a cuerpo de rey subvencionado por quienes en su mayoría cuentan con menos recursos que su ilustrísima.

Convendrá conmigo en que, más en estas fechas de retratarse con el fisco, no resulta muy alentador soltar el primer plazo pensando que aunque sea una parte alícuota ínfima se destina a que su señoría se tome un mostito en Puerto Banús previo viaje en AVE cuando uno anda al céntimo para sacarse un billete en La Sepulvedana. Quiera usted o no, y llámeme tiquismiquis si procede, como que molesta una barbaridad. Qué se le va a hacer.

Y más irrita esa voluntad de quitar importancia a lo que la tiene, y mucha, aunque en este país la perversión haya llegado a extremos tales como para no ver, o no querer hacerlo como el peor ciego, que usar el dinero público para homenajes privados acaso sea una de las mayores afrentas en un país democrático. Y lo es por lo que tiene de burla al esfuerzo ajeno para un fin que debería ser mejorar la sociedad y no mejorar las vacaciones de quienes tienen que ser sus servidores. Ese es el mal por si le ayuda en algo.

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