Oh, la gloria literaria. Pasa tan pronto. Y, sobre todo, te mueres y el lector, siempre ingrato, se olvida de ti casi al instante y se compra el último título de Matilde Asensi o El tiempo entre costuras o, lo que es peor, la Trilogía de la Nocilla. Confesaba un librero recientemente que las obras Cela sólo las adquieren, y de mala gana, escolares obligados por el Ministerio de Educación. A Alberti ni se le reedita. Se cumplió el centenario del nacimiento de Gabriel Celaya y se nos pasó la efeméride inadvertida. Y eso que el pobre estaba convencido de que “la poesía es un arma cargada de futuro”. ¿Y qué decir de Martín Vigil? Fue fallecer y salió Luis Antonio de Villena a contar que el autor de La vida sale al encuentro compaginaba el sacerdocio con el alterne en los bares de ambiente gay. Qué poco dura la felicidad de las grandes ventas y el prestigio editorial. Bueno. Es ley de vida. ¿Quién se acuerda de Pearl S. Buck, cuyos novelones eran pieza (siquiera ornamental) imprescindible en todo salón de la España de hace treinta años, justo al lado de El misterio de las catedrales de Fulcanelli y los relatos de guerra de Sven Hassel publicados por Reno?

Me han venido a la cabeza tan funestos pensamientos al adentrarme en la lectura de El tiempo es un sueño pop de Juan Bonilla. La vida y la obra de Terenci Moix en unas 500 páginas.

Admito que me acerqué a esta biografía esperando que se pareciese, por ejemplo, a la que escribió Miguel Dalmau sobre Gil de Biedma y que inspirase esa obra maestra del bizarrismo hispánico que fue la película El cónsul de Sodoma. O a El contorno del abismo, estupendo ensayo de J. Benito Hernández sobre Leopoldo María Panero. O a Baroja o el miedo de Eduardo Gil Bera. O sea, que me esperaba una biografía con dosis suficiente de picante, intimidades reveladas, cierto grado de falta de respeto para con el biografiado y, sobre todo, chicha en abundancia. En vez de eso (oh) me he encontrado con una especie de análisis crítico de la obra de Moix amenizado con datos biográficos que, la verdad, casi todo el mundo conoce. Nada nuevo y eso en una biografía es pecado mortal.

No digo que el texto sea aburrido. Juan Bonilla tiene un don para entretener al lector. Pero caramba. Hubiera deseado algo más. Porque yo, gran desconocedor de la literatura de Moix, pretendía que Bonilla me convenciese para zambullirme en la lectura de los cientos de páginas que escribió el barcelonés. Pero no. No ha sido posible. Eso sí, pasando las páginas de este volumen biográfico me ha dado por pensar lo que al inicio les contaba. Qué rápido pasa la fama. Porque no hace tanto que Terenci Moix nos dejó y No digas que fue un sueño parece pertenecer ya al Pleistoceno. Y ese señor tan simpático que salía en la tele entrevistando a Kirk Douglas seguramente sea ya un perfecto desconocido para muchos nuevos lectores.

De hecho, en ese verdadero cementerio de los libros perdidos que es la Cuesta de Moyano de Madrid sus novelas se amontonan de modo inmisericorde. Mezcladas en ofertas de saldo con las obras completas de Ángel Palomino, Vizcaíno Casas, Fernando Díaz Plaja, Vallejo Nájera, Néstor Luján. Sic transit gloria mundi.

En cuanto a El tiempo es un sueño pop, ¿qué nos relata? Que Moix fue un niño feliz y mimado al cual la entrada en la edad adulta sumió en la melancolía, que su complejo de Peter Pan le atormentó, que era un poquito exagerado a la hora de vivir y de exponer sus vivencias, que alcanzó la gloria bastante pronto y que, también bastante pronto, renunció a la exigencia literaria y se dedicó a escribir folletines de enorme éxito. Y que, como novio, era muy pesado. Poca cosa, ya digo.

En fin, otra vez será.

El tiempo es un sueño pop. Vida y obra de Terenci Moix. Juan Bonilla. Planeta. 510 pàginas.