19 días y 500 noches de pasión por La Roja

02/07/2012

Puerta de Toledo diarioabierto.es.

Ahora nos esperan 19 días y 500 noches, como mínimo, de pasión por La Roja. Es lo que necesitábamos, como bien sabe el presidente, Mariano Rajoy, que en vez de estar con la gente que ha perdido sus casas por el fuego ha preferido estar al calor de La Roja. La Roja, La Roja, qué pulsión. Como ha dicho esta mañana en Los Desayunos de La 1 un analista financiero, ahora los mercados comprenderán que en España sabemos hacer las cosas bien. Parecía, casi, una frase sacada de cualquier discurso –muy escasos- de Rajoy: vacío, pueril, inane. ¿A este extremo vamos a llegar? Parece ser que sí: en un país en el que la máxima expresión cultural es el aroma de pulgas sobre picatostes de la tía Enriqueta, servidos sobre una base de sésamo, siempre que lo presente alguien como Ferrán Adriá, no es de extrañar que necesitemos a la selección española de fútbol para convencer a otros, y también a nosotros mismos, de que no somos la banda de mentecatos que pretenden las agencias de calificación, que España es un gran país que sabe hacer las cosas bien, y a veces muy bien, como ha demostrado el equipo de fútbol.

Pues no, algunos no necesitamos a la selección española para eso. Para empezar, hay otras selecciones: no sólo la de baloncesto, que ya es bastante significativa y lleva muchos años consiguiendo esto mismo, pero sin tanta hinchada convencida de que la ciudadanía consiste en saltar sobre una fuente. Para terminar, toda esta cortina de humo de La Roja va a sumir al país en un ahondamiento de enajenación que no es muy nuevo, sino que se alienta cada año con las disputas tabernarias entre el entrenador del Real Madrid y cualquier otro, sembrando de polémica un espacio en el que no hay polémica.

A fin de cuentas, ¿qué es más importante? ¿Qué un pellejo de cuero entre en una red cogida por tres palos, o que un maestro de Primaria enseñe a leer a un niño? Por lo primero se consigue la gloria social. Por lo segundo, un sueldo modesto y la condena pública porque las vacaciones del maestro son muy largas. Claro que hacemos muchas cosas bien, y no necesitamos que un grupo de chavales, por muy majetes que sean, por muy bien que golpeen la pelota con los pies, vengan a contarnos de qué somos capaces.

Sin embargo, esta selección me es muy simpática: mucho más que otras anteriores. Me gustó el partido y me gustó ver ganar a la selección de mi país, y me gustó que Torres, tan cuestionado siempre, prefiriera doblar ese balón a Mata y renunciar al que habría sido su segundo gol. Me gustó esa generosidad convertida en espíritu de equipo y me gustó sentirla sobre el césped. Pero ya. Es un partido de fútbol, no la vida. Son un grupo de chicos multimillonarios, no los chicos que están ocupando las calles con pancartas, reclamando un empleo digno desde plataformas como Juventud sin futuro. Son modelos de una sociedad, esta, en la que la Educación no es un modelo.

Me alegro de que gane España y no me alegro. Sobre todo, por la anestesia colectiva. Sobre todo, porque se justifique que Rajoy no haya volado a estar contra las víctimas del más cruento incendio veraniego de los últimos tiempos, con todas esas casas quemadas, arrasadas, porque había que estar animando no a los ciudadanos que se han quedado sin nada, sino a estos chicos, por cuyas primas no tributarán en España.

Disfrutemos los próximos 19 días y 500 noches, que diría Joaquín Sabina, de alegría borreguil, mientras el país se descompone y nuestra juventud –toda, no sólo la última: de los 18 hasta los 38- se hunde en el abismo de la peor y más sorda pesadilla.

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