Crónica imperfecta de un atraco perfecto

02/07/2012

Miguel Ángel Valero. Ernesto Ekaizer analiza, en “Indecentes”, el origen y quiénes son algunos de los culpables de la crisis que ha llevado a España al borde del rescate.

Con el título de “Indecentes” (Espasa, 2012), el antetítulo de “Por qué lo llaman crisis cuando es estafa”, y el subtítulo de “Crónica de un atraco perfecto”, Ernesto Ekaizer, el periodista autor de un libro sobre José María Ruiz Mateos (“El último magnate”) y de tres sobre Mario Conde (“Banqueros de rapiña”, “Vendetta”, “El Farol”), vuelve a la economía tras su trabajo de investigación sobre Pinochet (“Yo, Augusto”). Y parece suscribir algunas de las tesis del 15-M sobre la crisis.

La obra de Ekaizer es, en realidad, un apretado análisis de las causas de la crisis y de los errores de supervisores, reguladores y gobernantes que han propiciado el estallido de ésta. Algunas cuestiones que describe ya aparecen en “Los días que vivimos peligrosamente”, de Mariano Guindal, como “El Show de la última risa” (páginas 19-24 en Ekaizer, 41-51 en Guindal) o la famosa carta que provocó la caída de Damasco del presidente Zapatero. Ekaizer habla de “la carta de la que todos hablan y nadie ha visto” (páginas 121-125), con algunas citas textuales, mientras Guindal dedica muchas más páginas (292-306) y la resume en ocho exigencias al Gobierno español.

En un estilo técnico, Ekaizer analiza cómo el Gobierno de Zapatero erró en su previsión de que se produciría un “aterrizaje suave”, y cómo nadie quiso hacer caso a las advertencias de Raghuram Rajam, el economista jefe del Fondo Monetario Internacional en la época en la que el director gerente de la institución era Rodrigo Rato, sobre una parálisis del mercado interbancario que generaría “una crisis financiera en toda regla”.

En el capítulo quinto de “Indecentes” se trata de la fuga de Rato del FMI, pero el lector se queda insatisfecho porque Ekaizer se limita a repetir la versión oficial de las “razones personales, responsabilidades y circunstancias familiares, en particular la educación de mis hijos”, sin mencionar en momento alguno las especulaciones sobre las malas relaciones de la compañera del ex vicepresidente económico de los Gobiernos de Aznar con la hija de éste.

En el capítulo siguiente, se utiliza un informe interno sobre “el desempeño del FMI en el período previo a la crisis financiera y económica” para señalar que “el FMI no previó la crisis, el momento en que se produciría ni su magnitud” (página 49), y se subraya que ese estudio cubre los años de gestión de Rato. Cuando se publica ese informe, Rato ya lleva un año en Caja Madrid y prepara la creación de Bankia, luego nacionalizada por el Gobierno del PP.

Pero Ekaizer señala más culpables de la crisis: la Reserva Federal norteamericana, que desoyó advertencias de algunos de sus miembros sobre las hipotecas subprime; Jaime Caruana, gobernador del Banco de España cuando se incuba la burbuja inmobiliaria; su sucesor, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, que en su etapa de columnista económico advierte de “los excesos en el sector de la construcción”, lo que olvida cuando llega a la institución supervisora, o Cristóbal Montoro, ministro de Hacienda con Aznar (y actualmente con Rajoy), para quien “el concepto de burbuja inmobiliaria es una especulación de la oposición, que habla incesantemente de la economía del ladrillo”. Y también Luis de Guindos, secretario de Estado de Economía con Rato y actual ministro de Economía y Competitividad, que también negaba la existencia de la burbuja inmobiliaria.

Incompetencia reguladora

Ekaizer cita a los economistas norteamericanos y expertos en regulación bancaria Ross Levine, james Barth y Gerard Caprio, para quienes “la crisis no es simplemente el resultado de una burbuja incontenible, sólo ha sido posible por la incompetencia e impotencia de los reguladores” (página 71). Y recuerda la carta enviada por los inspectores de entidades de crédito del Banco de España a Caruana el 26 de mayo de 2006 en la que alertan de los riesgos acumulados en el sistema financiero por “la anómala evolución del mercado inmobiliario”.

Expertos como David Taguas, desde la Oficina Económica cuando Zapatero estaba en La Moncloa y luego desde el sector privado, o Aristóbulo de Juan, ex director general de Supervisión del Banco de España, lanzan advertencias sobre la situación que son desoídas por el Gobierno y por el supervisor.

La consecuencia es que Zapatero tiene que dar un giro radical a su política tras recibir la carta (firmada por el presidente del BCE, Jean-Claude Trichet, y también por el gobernador del Banco de España), aceptando ajustes y recortes sociales, la inclusión a toda prisa, y sin consultar al pueblo soberano, en la Constitución de la regla de oro presupuestaria, y más decisiones que terminan costando al PSOE su mayor derrota en unas elecciones.

Zapatero deja en bandeja a Rajoy una aplastante mayoría absoluta que sirve para imponer más medidas de ajuste y de recortes del Estado del Bienestar, especialmente en educación y sanidad, que no impiden que la prima de riesgo siga disparada y que los mercados especulen un día sí y el otro también con la deuda pública española.

Pero en las 189 páginas de “Indecentes” no se encuentra una respuesta clara a “por qué lo llaman crisis cuando es estafa”. Sólo en la sobrecubierta se habla de “disolución ética”, de “desfachatez moral», de “la burbuja del dinero fácil”, y de que “aquellos que han sembrado las condiciones para el estallido de la crisis” (banqueros, políticos, empresarios, especuladores, bancos centrales) son los que “dictan la hoja de ruta para salir de ella”, que consiste en “pasar la factura a los de siempre”, a los trabajadores.

Por ello, la obra de Ekaizer se queda como la crónica imperfecta de un atraco perfecto.

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