El problema de los activos intangibles de una empresa (la marca, la reputación, su saber hacer específico, el capital humano, el conocimiento tecnológico, sus contactos con clientes y proveedores, entre otros) es precisamente que no son tangibles. No se pueden medir con facilidad. Pero ese capital intelectual no es menos importante porque sea intangible. Según la Cátedra UAM-Accenture de Economía y Gestión de la Innovación, los activos intangibles o el capital intelectual son los culpables del 18% del incremento de la productividad de las empresas en Estados Unidos. En España, es otra de las asignaturas pendientes: apenas contribuye con el 0,2%.

Por ello, la Universidad Autónoma de Madrid y la consultora Accenture reclaman una valoración de los activos intangibles, fundamentalmente de los emprendedores y de los innovadores, para mejorar su acceso a la financiación de los bancos y a las subvenciones y ayudas de los organismos públicos.

Ya hay un banco que ha dado el paso. El BBVA, que ha colaborado junto al CDTI, Pontia, Perennius y las asociaciones de empresarios de Colmenar Viejo, Alcobendas y Tres Cantos en la elaboración del informe “El valor de los intangibles para la financiación de las pymes”, se ha comprometido a estudiar “la posibilidad de incluir preguntas sobre la gestión de algunos intangibles en sus cuestionarios para el análisis de gestión de riesgos de las empresas”.

El estudio de la Cátedra UAM-Accenture en Economía y Gestión de la Innovación demuestra que existe una relación positiva entre la gestión de los intangibles y los resultados del negocio, que aquellas organizaciones que mejor gestionan su capital intelectual tienen una productividad superior a la media de su sector. “Nuestra propuesta es clara: contar con una agencia de rating de intangibles que, de forma homologada, fomente la mejorara en la gestión de dichos activos en las empresas y se convierta en un estándar evaluable en los procesos de concesión de créditos y subvenciones a la innovación y el emprendimiento”, explica Juan Pedro Moreno, socio de Accenture y presidente de la cátedra.

Las empresas en general, y los emprendedores e innovadores en particular, tienen dificultades para conseguir financiación para potenciar su capacidad innovadora al no disponer de activos tangibles suficientes como garantías. Esta dificultad se ha incrementado notablemente durante la crisis.

“La mayor parte de los activos de una pyme pueden ser  de naturaleza intangible y no se hallan reflejados en la información económico-financiera que se elabora según el actual ordenamiento mercantil. Sin embargo, su capital intelectual, las capacidades del capital humano, el ‘saber hacer’ característico de su negocio, su conocimiento tecnológico, sus contactos con clientes y proveedores, son variables tanto o más influyentes en su potencial innovador que los elementos tangibles y financieros, que aparecen en las cuentas anuales que la empresa ha de publicar”, subraya el informe.

“La innovación es clave para el desarrollo económico. Pero esta innovación no tiene por qué ser exclusivamente tecnológica; la innovación de tipo organizativo y comercial está al alcance de las empresas  españolas y también genera crecimiento”, argumenta Moreno.

“Una información objetiva y verificable de sus intangibles permitirá a emprendedores y empresarios una mejora de su productividad y potencial  y, al sector financiero, un análisis de riesgos soportado en bases sólidas, y a los poderes públicos acometer una política de innovación que contribuya a modificar el modelo productivo en vigor”, según Paloma Sánchez, catedrática de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Madrid.

Informe de capital intelectual

“El capital intelectual, entendido como las capacidades de las personas y su organización,  su ‘saber hacer’, el conocimiento tecnológico,  y su gestión de proveedores y clientes, es tanto o más influyente que los elementos tangibles y financieros que aparecen en los balances y que son, a la postre, los que las entidades financieras tienen en cuenta  a la hora de conceder o denegar un crédito”, razona Juan Pedro Moreno.

“En muchos casos, es el acceso a los fondos y no la disponibilidad de los mismos lo que supone una barrera inexpugnable por la falta de alineamiento entre los factores y garantías financieras base para el acceso al crédito y a la financiación y los activos con los que los emprendedores cuentan como garantías para su progreso: ideas, propuestas, proyectos, conocimientos, es decir, capital intelectual”, añade Paloma Sánchez.

De ahí “la necesidad de que se consolide la estandarización de los procedimientos de medición y difusión a terceros de la información sobre intangibles y que, para infundir confianza, la misma sea sometida a verificación externa”, insiste el estudio de Accenture y de la Universidad Autónoma de Madrid.

Las entidades financieras deben recabar informes de capital intelectual a las empresas que dispongan de ellos y los utilicen como un elemento adicional en sus modelos de análisis de riesgos para mejorar el acceso a créditos. Lo mismo para procesos de concesión de ayudas y subvenciones por parte de los organismos públicos.

Aparte de la información global sobre el capital intelectual de la empresa, las entidades financieras consideran interesante disponer de indicadores de proyecto, ya que las peticiones de financiación suelen ir ligadas a proyectos concretos. Las empresas que efectivamente gestionan su capital intelectual disponen de información sobre los intangibles ligados a cada uno de los proyectos que desarrollan.