Cuando alguien desde fuera te dice lo que tienes que ingresar y gastar y de dónde sacarlo y, no contento con ello, viene cada cierto tiempo a vigilar que lo cumples se podría concluir que interviene en tu economía doméstica. Claro que eso sería en un país en el que “el tránsito de una fiscalidad menor para el trabajo y mayor en el ámbito indirecto” se tradujese por una inminente subida del IVA y no se convirtiera en el ridículo circunloquio de un ministro que toma por necios a los contribuyentes y lo único que logra es retratarse a sí mismo. Por si no quedara claro este boceto al natural, además se rasga las vestiduras porque en España se escaquea de manera masiva el pago de este impuesto. Y eso lo confiesa sin aparente rubor el responsable de impedir este fraude ¿A qué espera pues, señor Montoro? ¿Acaso cobra por alumbrar eufemismos? Es como si le llevara la grúa el coche al taller y el mecánico le dijera: en efecto, está averiado, y siguiera comiéndose el bocata.

En esta espiral de parches, despropósitos, incapacidades, medias verdades y enteras mentiras, se ha diluido en apenas días ese presunto mini-éxito de aquella mini-cumbre romana. De ella salió el presidente del Gobierno tan triunfante que algunos exaltados a punto estuvieron de saltar la valla de Moncloa para pasearle en andas al modo de esa Virgen del Rocío que tanto ilumina a la ministra Báñez. Pues todo quedó en nada aunque ya poco importe. Al fin y al cabo ¡qué gobiernen ellos! pues para inventar ya está Montoro y su equipo. Baste un ejemplo de abril de este mismo año. Saben aquel que diu… “no nos gusta aprobar una amnistía fiscal, pero la alternativa era subir el IVA”. Una declaración de principios de la mismísima secretaria de Estado de Presupuestos y Gastos que adquiriría la categoría de hilarante si el asunto tuviera la menor gracia que no es el caso. Como tampoco que el mismo don Cristóbal calculara que la economía caería el doble si se subía este tributo.

A estas puñaladas de hemeroteca se suma la transgresora teoría de los ‘agujeros negros heredados’ esgrimida por el PP, se supone que con el inestimable asesoramiento de Stephen Hawking, que, en un alarde encomiable de autocrítica, ha admitido que ciertamente alguna promesa electoral sí que ha incumplido. No hace falta tanta autoflagelación cuando se trata de menudencias tales como la subida del IRPF, del IVA, el abaratamiento del despido o el copago sanitario. Tontunas al fin y al cabo. Lo importante es estar donde hay que estar pues tampoco figuraba en el programa electoral que el propio presidente entregaría el Códice al párroco de Santiago y bien que lo ha hecho. Igual se podía haber personado también en los incendios de Valencia, pero entre la canícula, el calor adicional del fuego y los nervios por la final de España se le puso menos que imposible. Cuestión de prioridades.