El dedo en el ojo (o la impunidad en España)

12/07/2012

diarioabierto.es.

España es un gran país en el que se indulta con normalidad. Se indulta a José Mourinho tras meterle un dedo en el ojo a Tito Vilanova de igual modo que se indultó en su día a Alfredo Sáez, como última medida de José Luis Rodríguez Zapatero, y como se ha indultado, también, en forma de amnistía tributaria, a los defraudadores del erario público. Son casos distintos de gravedad dispar, pero que responden, da la sensación, al mismo criterio: esa especie de simpatía que en España despierta el delincuente, el pillo, el cara, que se lleva la pasta y el aplauso de público que acaba de ser robado. Una especie de vestigio del Tempranillo sin lucha antifrancesa, un Curro Jiménez sin moral.

Lo de José Mourinho en la vuelta de la Supercopa da vergüenza: su manera cobarde, traicionera, de ir por detrás y meterle un dedo en el ojo a Tito Vilanova, entonces segundo entrenador del Barça. Si algún mensaje bueno puede enviar el fútbol –porque mucho hay de lujo hortera, sueldos millonarios, una cierta ignorancia galopante y la soberbia inane de quien se cree ser alguien por su cartera llena- es, precisamente, la ética deportiva, la llamada deportividad, que es lo único que no tiene Mourinho. Se indulta a Mourinho con la excusa –la cortina de humo general, mejor dicho, del triunfo de España en la Eurocopa-, claro; pero no a Dani Benítez, del modestísimo Granada F. C., por arrojarle una botella de plástico al árbitro Clos Gómez, que apenas le rozó.

El recordado indulto a Alfredo Sáenz, mano derecha de Emilio Botín, firmado por el último consejo de ministros de Zapatero, tampoco se enmarca en nuestra mejor tradición democrática, como cuando en junio de 2011 se conoció que la familia Botín había regularizado su situación fraudulenta con Hacienda tras aparecer en la lista de contribuyentes españoles con cuentas sin declarar en el HSBC de Suiza. Multa de 200 millones de euros y discreción absoluta: como casi siempre, aquí no ha pasado nada.

Ahora el indulto se convierte en medida legal en forma de amnistía tributaria. ¿Las razones? Medida excepcional de los gobiernos en época de crisis para que el dinero negro vuelva al territorio nacional. Según la Fundación de las Cajas de Ahorro, el dinero negro representa un 24% del PIB. La medida no es nueva: la tomaron Miguel Boyer en 1984 -leyes más duras contra los evasores de impuestos, perdón para aquellos defraudadores que compraran pagarés del Tesoro Público, sin penalización fiscal y en el más honroso anonimato- y Carlos Solchaga en el 91, permitiendo que los infractores compraran deuda pública con dinero negro con un tipo de interés inferior al del mercado. Aquello no funcionó, y el Gobierno de Felipe Gonzaléz subió el IVA en el 92.

¿Les suena? Todo cambia y todo sigue igual: Tandredi a la cabeza renacida de un melancólico Burt Lancaster en El gatopardo. También ahora se amnistían los patrimonios que no pagan impuestos. Las ventajas: al traer las fortunas de los paraísos fiscales se revitalizan sectores empresariales, como las constructoras o las inmobiliarias –curiosamente, dos de las grandes culpables de nuestro derrumbe financiero-, y tras hacer que vuelva el dinero negro, generando liquidez, se podría crear empleo. Los inconvenientes: sobre todo, morales. Se premia al defraudador, porque se gravará la honradez sobre la pillería, con lo que volvemos al dedo de Mourinho en el ojo de todos.

Por otro lado, esta amnistía revela la total ineficacia de la lucha contra el fraude, que tampoco es verdad. Ahora el ciudadano pensará: defraudo, luego libro, si después me perdonan. Así ha pasado en Europa, donde no ha acabado de ser una buena medida: ni en la Italia de Silvio Berlusconi, en 2009, ni en la Alemania de Gerard Schröder, en 2003, los beneficios de la amnistía fiscal compensaron la caída ética ciudadana, su tristeza interior, al ver cómo el Gobierno premiaba a los ladrones de las arcas comunes.

“Es impresentable que se dé una amnistía fiscal a aquellos que hayan defraudado a Hacienda”, declaró María Dolores de Cospedal en 2010, cuando Zapatero planteó la medida. En España todo o casi todo es impresentable, empezando por declaraciones de esta dirigente del PP, coronadas después con la amnistía fiscal de su propio Gobierno.

Aquí nunca paga nadie. No se persigue a nadie. O sí: al indefenso, al débil, al pequeño ahorrador. Así, los Dani Benítez de esta historia –de todas las historias, las más tristes, porque terminan mal, que diría Jaime Gil de Biedma- tienen que asistir al indulto de Mourinho por meterle el dedo en el ojo a un contrario, mientras a él no se le perdona, en el mismo contexto Euroeufórico, tirar una botella de plástico. Para la gente enorme, para la gente rica, el entrenador, el banquero y el sobrino del banquero, una escalofriante, total impunidad, que no es de izquierdas ni de derechas: está en nuestro ADN, en nuestra peor carga genética. Para los demás, la lectura jodida de la picaresca.

¿Te ha parecido interesante?

(+10 puntos, 10 votos)

Cargando...

Aviso Legal
Esta es la opinión de los internautas, no de diarioabierto.es
No está permitido verter comentarios contrarios a la ley o injuriantes.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
Su direcciónn de e-mail no será publicada ni usada con fines publicitarios.