El Congreso vallado, encapsulado

18/07/2012

Luis Díez.

Con el Congreso de los Diputados encapsulado y protegido de los ciudadanos por cientos de policías tras las dobles filas de vallas de tres metros de alto, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y sus ministros del área económica, Luis de Guindos, Cristóbal Montoro y Fátima Báñez se esforzaron el miércoles, en la última sesión de control antes de las vacaciones, en afirmar que no tenían más remedio que acometer la subida del IVA y los duros recortes contra los salarios de los empleados públicos y las prestaciones a los parados porque “no hay para pagar la nómina”.

A tal extremo ha llegado la caída de la recaudación que ni subiendo dos puntos el IRPF –el único impuesto que ha mantenido un comportamiento positivo a pesar de la crisis económica– les alcanza para hacer frente al gasto público sin incrementar el déficit. “Teníamos que elegir entre lo malo y lo menos malo”, dijo Rajoy en respuesta al fuego graneado de Durán i Lleida, Alfredo Pérez Rubalcaba y Cayo Lara. Los de IU volvieron a lucir camisetas negras y a reclamar la dimisión de Rajoy por gobernar en contra de su propio programa y no defender a la nación de la dictadura de los mercados.

El Pleno de control al Gobierno de este 18 de julio, fecha señalada en la trágica historia de España, coincidía con la convocatoria de una cacerolada contra los recortes sociales, y aunque las cacerolas no son peligrosas –sólo una estruendosa manifestación simbólica del hambre–, se reforzaron las vallas y los controles en las calles aledañas al Congreso. Algunos diputados se sentían abochornados. “El pueblo que decimos representar no es el enemigo”, dijo Lara a Rajoy antes de pedirle que retire el blindaje. “Ordene quitar las vallas de este Congreso, que parecemos el G-20”, insistió.

Pero el presidente y su ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, no le hicieron caso. De sobra saben que la indignación es una fuerza ingobernable. Tampoco atendieron las peticiones del propio Lara y de Rubalcaba de no infligir más “sufrimiento” a los que menos tienen. “Ya que asume que no puede crear empleo, no recorte las ayudas al desempleo ni a la dependencia”, le pidió Rubalcaba. Con la reducción de la partida para las personas dependientes van a desaparecer 126.000 empleos de cuidadores, según las estimaciones del PSOE.

Rubalcaba, ya cuestionado en el PSOE por su falta de dureza opositora, quiso ser explícito: “Desentendiéndonos de los desempleados y de los dependientes no vamos a salir de la crisis, machacando a impuestos a la clase media y a los trabajadores no vamos a salir de la crisis, y recortando salvajemente los salarios de los empleados públicos y el empleo público no vamos a salir de la crisis, no vamos a crecer y no vamos a crear empleo”, advirtió a Rajoy.

Y puesto que las medidas sólo traerán, al decir de los responsables de la oposición,  “más injusticias y más sufrimiento”, todos coincidieron en no respaldar el jueves los reales decretos derivados de las exigencias de los socios del Eurogrupo para inyectar 55.000 millones de euros antes del 31 de diciembre a los bancos y cajas que necesitan saneamiento o “rescate” con el aval del Estado, según queda claro en el decreto correspondiente.

La cuestión de fondo es que si la crisis bancaria ya ha hecho mucho daño a la economía real y el Estado carece de recursos para seguir subsanando el agujero de la deuda privada, el Gobierno sólo tenía dos opciones: deja caer a los bancos, con unas consecuencias todavía peores para las empresas que a duras penas sobreviven, o pedir ayuda a los socios comunitarios para salvarlos, como asumieron Rubalcaba y su portavoz de Economía, Valeriano Gómez, con la consiguiente exigencia del nuevo ajuste de las finanzas públicas.

Otra cosa es que con el 25% de paro y en una situación que el premio Nóbel de  Economía Joseph Stiglintz no dudó en calificar de “depresión” en una conferencia, hace tres semanas, en la sede de Comisiones Obreras de Madrid, el Gobierno sólo apele a los de siempre: la depauperada clase media y los que menos tienen para cumplir las exigencias del “rescate” bancario. Por más gestos que prodiguen –incluida la rebaja del 7% del sueldo de la Familia Real–, la protesta irá en aumento cuando, dentro de unos días, reduzcan las pensiones de jubilación (900 euros de media) porque “no queda más remedio”. No amigo Lara –comentaba José María Barreda al de Argamasilla de Alba–, Rajoy no quitará las vallas del Congreso porque me temo que ya forman parte de sus “reformas estructurales”.

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