Provoca que algo queda

19/07/2012

diarioabierto.es.

En uno de sus muchos vaivenes la prima de riesgo ha trepado a cotas máximas tras confesar Montoro que no hay un euro. Este acto de lacrimógena sinceridad ¾que bien se podría haber reservado para algún programa de Isabel Gemio¾ invita a dudar si tiene más riesgo el ministro que la ya tan familiar prima. Con unos mercados tan sensibles a sus únicos intereses estas torpezas sólo se entienden en un equipo desbaratado por los acontecimientos. Si sólo fuera esta la causa acaso se comprendería por las muchas limitaciones de los seres humanos e incluso de Rajoy. Más incendiario resulta esta mascletá de provocaciones que multiplican el efecto de cada agresión social.

Que el propio presidente lloriquee por las esquinas que no puede hacer más de lo que hace mientras en Francia, en una situación idílica al lado de la nuestra, se han gravado al 75% los ingresos anuales superiores a un millón de euros, que la ministra rociera Báñez asegure con asombroso desparpajo que pueden mirar a los parados a la cara cuando les han podado más aún sus miserias o que nos quiten una paga, nos suban de manera brutal el IVA y nos animen a gastar más para reactivar el consumo son medidas que no impone Europa sino una absoluta y preocupante desvergüenza doméstica.

Eso sí, en Madrid se pueden abrir las tiendas todos los días y a todas las horas para que sepamos con detalle todo lo que no podremos comprar. En suma, palo de ciego tras palo de ciego que siempre van a parar a los cogotes de los mismos. Que se jodan, claro está. Por supuesto yo, como la ilustre doña Andrea, no se lo digo a esa gente que aun con el agua al cuello sigue pagando a escote el holgado salario de esta diputada, indigna de representar a nadie más que a su soberbia, sino a quienes de verdad soportan esta crisis llámense multimillonarios, propietarios de las sicav o especuladores al acecho.

El resto, esas mayorías silenciosas que ojalá lo vayan siendo menos, estamos tan sobrados como para seguir costeando una estatua de 300.000 euros al prohombre Carlos Fabra por el indudable mérito de dilapidar decenas de millones de euros del costillar de los ciudadanos en construir un aeropuerto sin aviones. Y esto pasa en este país mientras personas que no se valen por sí solas ven como les suprimen las únicas boyas públicas a las que se podían agarrar. Y esto pasa sin que nadie esté sentado en un banquillo por malversar fondos públicos y con el homenajeado hablando de la ética de su hija como si no se supiera que él, de eso, tiene menos que aviones su aeropuerto. Y esto pasa, finalmente, sin que ningún avezado asesor bien remunerado recuerde a este Gobierno que es posible que su desfachatez sea infinita, pero que lo que es seguro es que la paciencia tiene un límite.

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