Venta de activos, salida de filiales a Bolsa -por supuesto en el extranjero- y reducción de costes al máximo son parte de la estrategia de las empresas del Ibex, y también de otras cotizadas, ante la situación de los mercados financieros para el conjunto del tejido empresarial español. La bajada del rating de España y el aumento a porcentajes récords de la prima de riesgo no hacen sufrir sólo al Tesoro y la financiación pública: se traduce, asimismo, en un colapso de los mercados para las compañías.
El efecto del deterioro del Estado sobre las empresas tiene varias vertientes. En primer lugar, en la bajada de las calificaciones de sus deudas, que ponen a algunas sociedades al borde del bono basura, por más que la mayor parte de su facturación, resultado bruto de explotación (Ebitda) y activos estén en el extranjero. Este problema, según fuentes consultadas, puede agravarse en fechas próximas, y más dada la evolución en las últimas semanas de los bonos españoles y la falta de una positiva respuesta por parte de los mercados ante la aprobación por los países comunitarios del rescate de la banca.
Otro aspecto relevante es la dificultad a la que se enfrentan para realizar emisiones de bonos corporativos, que hasta hace menos de dos años contaban con una demanda que siempre multiplicaba por varias veces la oferta. En lo que va de año, prácticamente sólo Santander y BBVA, que mantienen el investment grade, han acudido al mercado con operaciones relevantes, captando 3.500 millones y 2.000 millones de euros, respectivamente. También realizaron transacciones de estas características otros bancos como CaixaBank, Popular y Bankinter por cantidades menores. Entre las no financieras, la actividad se centró en Telefónica, Iberdrola, Repsol y Gas Natural. Además en general las colocaciones tuvieron lugar en los tres primeros meses del año cuando el BCE proporcionaba más liquidez. Por el contrario, desde marzo el mercado ha ido a peor y prácticamente se ha paralizado, al tiempo que los cupones de la mayor parte de las emisiones se han disparado en el mercado secundario.
Y los problemas que obstaculizan esa vía dificulta el logro del que es el primer objetivo actual de las empresas: conseguir la liquidez que les permita asegurarse el cumplimiento de sus compromisos y obligaciones, financieras y no financieras, para el periodo más largo posible, mejor 24 que 12 meses, si esa meta es posible. Algunos directivos todavía recuerdan los obstáculos para financiar el circulante que tuvieron grandes grupos tras la caída de Lehman Brothers, y creen que el ambiente ahora es casi peor.
Otra de las asignaturas del próximo año, más que de éste, es la refinanciación de los vencimientos, que además podrían encarecerse si las circunstancias actuales no mejoran. Al mismo tiempo la aversión al riesgo de los bancos se traduce, de forma creciente, en condiciones más estrictas como la generalización de los avales para los créditos, no sólo para los valores dudosos. Repsol ha tenido que poner este mes como garantía para un crédito de 1.000 millones de euros un 10% de Gas Natural.
Ante este panorama, realizar caja es la salida más factible para hacer frente a unos meses que se prevén igual o más duros de los que ahora se viven. Telefónica, que mantiene el objetivo de mejorar su flexibilidad financiera y reducir el apalancamiento, prevé alcanzar este año un ratio entre deuda neta y Obitda de 2,35 veces. La operadora cuenta con diversas operaciones para avanzar en el recorte del endeudamiento, criticado por los analistas que siguen el valor. El pasado 10 de junio vendió la mitad de su participación en China Unicom por 1.128 millones de euros y el 2 de julio anunció una reordenación de su presencia en Colombia que se traducía en 1.450 millones de euros. En paralelo perfila la venta de su filial Atento para la que cuenta con varios ofertantes, así como la salida a Bolsa una parte de su filial alemana O2 y las de algunos activos de América Latina.
Es una estrategia compartida por las empresas constructoras y de infraestructura del Ibex, los bancos y las energéticas, entre otras. Una meta irrenunciable de Iberdrola es mantener disponibles, entre liquidez y líneas abiertas de créditos, 10.000 millones de euros, que le aseguran que puede cubrir sus obligaciones de 24 meses. Por su parte, Repsol va a seguir el camino emprendido con la venta de su filial de butano de Chile para lo que cuenta con el asesoramiento de Goldman Sachs.
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