Extravío de verano

30/08/2012

Daniel Serrano.

Después de Moccia y Grey ¿qué atrocidad nos deparará el destino? Llega septiembre  y a la espera de que las novedades editoriales dinamiten la calma chicha de estos días de asueto y María Dueñas devaste las listas de ventas, permítame el paciente lector un desvío en el camino para hablar de un feliz hallazgo, de un encuentro sucedido en el extravío de un viaje de verano.

Sésamo, Casa de Comidas. En Hervás. Almuerzo a la fresca y, al penetrar en el interior del local, el reclamo de una bien nutrida librería. A la venta, numerosos títulos de un autor extremeño: Víctor Chamorro. En la foto luce gesto profesoral y algunas dioptrías sobre la barba aunque luego, ya ahora, en la madurez más severa, se recorta la barba como los toreros la coleta y las dioptrías también parecen aligeradas y sonríe para la prensa regional. Víctor Chamorro. Entre sus méritos (destacados en contracubiertas y solapas), lejanos premios de los años 60 (Urriza, Jovellanos, segundo en dos ocasiones para el Planeta) y ocho volúmenes de una Historia de Extremadura y un buen montón de novelas en muchas y notorias editoriales. Escojo, al azar, una de las obras expuestas: Reunión patriótica. Descubro, en apenas unos días de furiosa lectura, que Víctor Chamorro es un magnífico escritor.

Reunión patriótica compone un retrato coral de la España provinciana a finales del franquismo. La España del casino, las sotanas, las primeras casas de putas, la disidencia marxista infiltrada en las parroquias y las escuelas, el inmutable poder del terrateniente, la pequeña burguesía ilustrada borracha de anís, el señor alcalde ya atisbando el abismo del fin de la dictadura, la vieja guardia ex divisionaria pistola al cinto, el empedrado y la nieve, la tinta de los periódicos con el aviso de la muerte de Carrero Blanco. Víctor Chamorro construye una galería de personajes ubicados con certera exactitud a medio camino de la caricatura y la crónica de situación. Víctor Chamorro nos muestra las razones y sinrazones de cada cual y no se permite despreciar a ninguna de sus criaturas y hasta ese fascista redomado con nostalgia de las estepas rusas nos acaba enterneciendo en su deriva hacia ninguna parte igual que nos enternece el erotómano vigilado por parientes beatas y el sacerdote ultramontano y el militar bigotudo de afanes ilustrados y el cronista local que hurga en la vida ajena. Víctor Chamorro hace uso de un lenguaje extraordinariamente rico y de un estilo que, tal vez, algunos consideren avejentado pero que a este humilde lector disperso, queridos camaradas, le resulta admirable. Ya nadie escribe así. Ya nadie cree verdaderamente en el brillo de las palabras, en la búsqueda y salvaguarda de antiguos sortilegios, en el verbo revelador. Disculpadme la solemnidad. Tiendo al exceso. Pero no ando descaminado.

“Don Juan Montenegro, bulto arrugado en un sillón de oreja, espía con avidez la penumbra del ventanal. Sobre sus piernas reposa una negra manta de flecos. Agoniza la tarde lavada en aguanieve. Se encienden las farolas del paseo Yagüe que iluminan la neblina de evanescencia amarillenta”.

A eso me refiero.

A escribir como escribían Delibes y Goytisolo y el detestable Cela. Cuando Delibes, Goytisolo y el detestable Cela y Víctor Chamorro eran best-sellers. Ahora los best-sellers son otra cosa.

El caso es que Reunión patriótica me ha conmocionado y me ha llevado a preguntarme ¿quién es Víctor Chamorro? y mediante una sencilla investigación en la red he descubierto que Víctor  Chamorro sigue en activo y ahora sus libros los publica su hija en una editorial creada a tal efecto (http://www.planteamientoeditorial.com/) y explica la hija de Víctor Chamorro que se hartó de ver rechazadas las novelas de su padre por los mismos que ayer loaban su obra y llenaban sus bolsillos con aquellos títulos que en los años 60 y 70 fueron tan bien recibidos. No resulta tan raro. Un escritor, un gran escritor, pero en la lejanía de las extremaduras, confinado en su atalaya de profesor y ajeno a las intrigas del mundo editorial. Supongo. O, simplemente, la voracidad del olvido.

Pero no. A Víctor Chamorro no le dejaremos caer en olvido alguno y, de hecho, qué caramba, sigue recibiendo la atención de sus compatriotas y algún galardón aquí y allá y le siguen la pista lectores de enorme exigencia. Yo, una vez descubierta su deslumbrante prosa, voy a volver a él en cuanto pueda. Les recomiendo que hagan lo mismo ustedes.

Y, por cierto, en Sésamo (Casa de Comidas), se almuerza espléndidamente. Y de postre se pueden llevar a casa un libro de Víctor Chamorro.

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