El derecho al honor (y a la masturbación)

07/09/2012

diarioabierto.es.

Una mujer cualquiera se mira en el espejo núbil de su webcam. No hay demasiada luz sobre la habitación, se ha soltado el pelo, rubio y largo, que le cae por los hombros, por el torso desnudo. Poco después mira fijamente a la objetivo, se acopla en el sillón, y hay un movimiento vertical que la lleva a agitarse, con una mano fuera de la cámara, como un centro invisible bajo la situación. Esa mujer es una mujer cualquiera, pero se está tocando para alguien. Se acaricia, se encuentra. Es un deseo en sí misma, reconvertido en algo poderoso: cómo el propio placer hace gozar a otro, en la mirada de otro, en el deseo de otro. El vídeo, una vez que termina, es un regalo: ha sido concebido así desde el comienzo, como un tributo íntimo y secreto para el próximo encuentro.

Pero el próximo encuentro no se producirá, porque el vídeo circula en Internet. Poco importa aquí que la mujer sea la concejala socialista del ayuntamiento de Los Yébenes, un pequeño pueblo toledano que se le ha quedado demasiado pequeño a Olvido Hormigos, esta atractiva mujer rubia que se grabó a sí misma masturbándose y le envió el vídeo a alguien. Ahora se especula con la razón interna de su divulgación: en un principio ella misma dijo que era un vídeo enviado a su marido, pero luego la investigación de la Guardia Civil ha descubierto que se lo envió a otra persona, un futbolista del Toledo llamado Carlos Sánchez, que en un primer momento fue calificado como un “amigo muy cercano”. Su amante, o sea, que ahora está siendo investigado por una acusación de delito contra el honor de Olvido Hormigos. En cuanto se hizo público dimitió, pero la masiva reacción de apoyo en la Red, encabezada por Elena Valenciano y, quién iba a decirlo, Esperanza Aguirre, ha hecho que Olvido Hormigos se decida a continuar en su cargo: porque, como ella misma ha dicho, no ha hecho nada malo.

Hoy estamos todos con la masturbación, para quien la quiera o la precise, en hombres y mujeres, guapos y feos. Pero estamos, especialmente, con el derecho al honor, como derecho civil indispensable. Cualquier mujer, igual que cualquier hombre, tiene derecho a hacer suyo su cuerpo, a tocarse y quererse, a explorarse y sentirse. Si luego, además, decide tener una aventura extramarital, o dos, o ciento siete, es algo que compete a su esfera más íntima, y en todo caso atañe a su pareja. Pero a nadie más.

Puede resultar muy sensual ver cómo se toca cualquier mujer hermosa, pero cada vez que se sube a Internet un vídeo privado de alguien, sea una concejala o una antigua novia, se está vulnerando el derecho al honor, la privacidad, y además abusando de una confianza que se basó, un día, en una intimidad vilmente destrozada. Este caso es escabroso no por las imágenes de la guapa Olvido Hormigos, sino por la maña fe dañina, la podredumbre moral de una traición.

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