Reforma con peros

09/09/2012

diarioabierto.es.

Cualquier reforma que se proponga desde las filas socialistas contará al menos con un pero como es preguntarse aquello de ¿pero por qué no lo hicieron antes? Ni hay regla alguna ni sería justo inhabilitar a un partido para ejercer la oposición con sus críticas y propuestas por el hecho de haber gobernado con un programa ajeno a lo que ahora se predica. La penitencia, como en toda democracia, la pagó en las urnas y, desde entonces, todos, muy solidarios, también la pagamos a escote a golpe de BOE. No obstante sí parece relevante que los mandamientos fiscales emanados del último Congreso Federal del PSOE no sean otros que los que cualquier Ejecutivo de verdad socialista hubiera puesto en marcha con crisis o sin ella. Es decir obedecen a la esencia de la doctrina socialdemócrata y, por ello, no deberían presentarse como la alternativa a una situación extrema como es el rescate sino simplemente como la concreción de una determinada ideología. La misma que se traicionó cuando se podía poner negro sobre blanco, es decir, hacer efectivo, lo que hoy sólo alcanza el rango de titular en algún medio de comunicación.

El vergonzoso, hiriente e insultante tratamiento tributario de las Sociedades de Inversión de Capital Variable (Sicav), que pagan el 1% en el impuesto de sociedades, hubiera requerido de un gabinete de izquierdas un cambio radical en el minuto cero de Legislatura. Ni la abundancia de entonces, esa que permitía algo tan progresista como repartir 400 euros con independencia de las rentas, ni la crisis que no existía sólo para Zapatero ni ninguna otra coartada valía ni vale para ser cómplice de esta infamia tributaria que ahora, que ya no se puede, se pretende corregir. No hay acaso una caligrafía más nítida de la política que la fiscalidad porque con ella se redistribuyen los esfuerzos de cada cual en aras del beneficio común. Esa es al menos la teoría.

Cuando, por ejemplo, el mismo dirigente socialista que en la actualidad encabeza por lo visto la facción más izquierdista del partido, el mismo Tomás Gómez que viste y calza, lo que hay que ver, se daba codazos allá por 2007 con Esperanza Aguirre para quitar más rápido y mejor el impuesto de patrimonio o el que fuera vicepresidente del Gobierno callaba, y por tanto otorgaba, ante el cúmulo de tropelías económicas se convendrá que el problema no radica tanto en estar o no de acuerdo con las medidas sino en creerte alguna de ellas. Es obvio que el PSOE tiene todo el derecho y el deber de recuperar la confianza de muchos de sus electores. Al menos tanto derecho como el que tienen los ciudadanos a dudar de quien no hizo cuando pudo y dice que va a hacer cuando ya no le toca. Queda pues por delante llevar a cabo esa ardua tarea de separar el grano de las ideas de la paja del oportunismo.

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