El grandísimo diseñador italiano, más listo que los ratones coloraos, viaja en su avión privado. Es licenciado en historia del arte, adora la naturaleza y los animales, de ahí que les haga fotos sin parar y luego, esa belleza que encuentra en las manchas de los leopardos, las rayas de las cebras o los plumajes de los pájaros los plasma en sus telas.
No da puntadas sin hilo, en la fiesta se hacía fotos con todas las clientas que identificaba como excelentes compradoras compulsivas. Presencié el abordamiento de una morena, versión Cavalli con varios años menos, con la que se hizo varias fotos abrazados. “Es una buena clienta de Dubai, que ha venido a la inauguración de Madrid”.
Parece que a Cavalli le gustan este tipo de fiestas-hacinamiento, donde el calor humano provoca reacciones sauna. Por Dios, cómo sudaba ese hombre, a ese moreno extrarenegrio le salían brillos dorados. La sonrisa inmune aunque no te conociese su cara no cambiaba de expresión. Tanto que le saludé y tuve la misma sensación de ser la Dubaitesa que le abordaba. Claro, que no sería por el botox, los hilos de oro o infiltraciones de colágeno…..que en eso no entro y mi cuerpo es aun inédito.
Además del avión privado, Cavalli también es de navegar en su propio yate, en el barco va su mujer y él viaja en la zodiac con los animales, perros sobretodo.
Le prepararon un flamenco, no sé si porque él lo pidió o porque es lo que se supone que a los extranjeros les encanta de España. Tapitas con jamón y alguna vianda de las que se supone que Andrea Tumbarello había preparado para lo que se suponía que iba a ser una cena exquisita para unos amigos, 250 pero el cocinero preparó para 300.Nunca imaginó que tendría que haber añadido un 0 a sus previsiones porque donde comen 300, les aseguro que no cenan 3000. La avalancha humana fue tal que los macaroons del atrezzo volaban y no había camarero equilibrista que pudiera evolucionar.
Y lo siento, ya no puedo con el champagne, es que no lo venden y lo reparten en las fiestas? Es imposible que haya tanta producción para vender tantísimo y repartir tantisisisimo en los eventos. Sidra el Gaitero, por favor. Ribera del Duero, Rioja, Priorat, lo que sea o Cava Rose Anna de Codorniu, Gin Tonic, Martinis, ampliemos la oferta que el mundo del bar es muy amplio y el champagne ya no es sinónimo de elegancia y más con semejantes avalanchas.
Cuando Miguel Marinero se aproximó a la puerta de la tienda de Cavalli, antes de que llegara la policía para impedir que el edificio se hundiera por sobrecarga y que los municipales se desplegaran todos a una para multar a los coches que también colapsaban la calle, pronunció la mejor frase de la noche; “No se veía una aglomeración así, desde que Belén Esteban vendía sartenes en el supermercado”.
Y es que eran muchos invitando “exclusivamente”, los responsables de la tienda, los de Ramses, los proveedores de bebidas del local, la agencia de comunicación….y eso es lo que ocurrió, que parecía la Cavalli Fashion Night Out. Sin dudarlo, las que más sufrieron debieron ser las que llevaban traje con colita que acabaría en minifalda, las oxidadas, las operadas recientemente y los que no saben encontrarle el punto a las situaciones disparatadas.
Yo lo siento por Carmen Valiño porque aquello era un disparate y lo más alejado a la fiesta con la que ella y su enorme gusto y profesionalidad soñaban pero al parecer es con lo que Cavalli disfrutó, debe ser porque le llevaban en volandas los guardaespaldas negros-mulatos, enormes, con pinganillo y traje de chaqueta sudándolo.
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