El vértigo nacionalista

18/09/2012

diarioabierto.es.

La deriva independentista que de forma imprevista ha tomado el nacionalismo catalán viene a romper los equilibrios laboriosamente trabajados durante decenios y crea en muchos una sensación de vértigo que se traduce en inseguridad y temor ante la proximidad del precipicio, pero el contexto de presión social exige mucha decisión y fortaleza para resistirse a la atracción del vacío.

Los partidos nacionalistas por su propia naturaleza se ven obligados a instalarse en la reivindicación permanente para defender su espacio de influencia social y movilizar a su electorado y, para ello, además de hacer hincapié en los factores identitarios, debe agitar con regularidad la existencia de algún enemigo exterior, que pone trabas a la libre expresión de la cultura nacional, interfiere en el desarrollo y autogobierno de la nación y, cómo no, es el responsable de todos los agravios y males que la afligen. Y, como el nacionalismo, tiene un contenido fundamentalmente sentimental y emotivo, no siempre es fácil introducir racionalidad en los planteamientos y debates con los agentes sociales, políticos y económicos foráneos.

La deriva independentista debería producir vértigo en primer lugar a CIU. Si llegara a llevarse a efecto, los partidos nacionalistas se quedarían sin contenido, perderían su principal seña de identidad y su posicionamiento debería circunscribirse a contenidos ideológicos y sociales equivalente en todo a los de otras opciones políticas de carácter conservador, con las que tendría que  competir en igualdad de condiciones

Vértigo le está dando ya a la clase empresarial catalana y a los profesionales de multitud de disciplinas que necesitan inexcusablemente, aunque no solo, del mercado nacional. Y ya hay muestras papables del poco entusiasmo que despierta entre ellos la iniciativa.

Vértigo les producirá seguramente a todos aquellos ciudadanos que, aunque defensores de su identidad, de su cultura, su lengua, se consideran ciudadanos del mundo y temen que se produzca un movimiento de introspección, donde primen los particularismos locales y todo acabe siendo mangoneado por los caciquillos de turno.

Las reivindicaciones nacionalistas, aderezadas tímidamente con el fantasma independentista, se han usado desde Cataluña para reforzar su posición negociadora ante los poderes del Estado y alcanzar cotas de autogobierno y prosperidad extraordinarias, al tiempo que se estimulaban los sentimientos patrióticos de una parte significativa de  sus  ciudadanos.

Con gran habilidad, y con notables resultados, los partidos políticos y los sucesivos Gobiernos de Cataluña han seguido una estrategia ambivalente de tensión y colaboración en la gobernabilidad de España, terreno en el que es de justicia reconocer sus importantes contribuciones a la estabilidad de Gobiernos de distinto signo político.

Probablemente esta estrategia de presión hubiera resultado útil una vez más al hablar del llamado pacto fiscal, que se ha convertido en la panacea de los males económicos de la Comunidad y que está en la agenda política inmediata. Algo tan normal como que los ciudadanos, empresas y organismos radicados en Cataluña, al tener mayores niveles de renta, contribuyan en mayor medida que otros al sostenimiento de las cargas comunes, se ha transformado en un agravio y se ha trasmitido a la gente la imagen de que la Comunidad es saqueada por España y por otras Comunidades que viven de la sopa boba. Vamos, más o menos, lo mismo que la Europa rica  dice de los países del sur, entre ellos la propia Cataluña, que se ha beneficiado de los impuestos de alemanes, franceses, etc.

La crisis económica., el recorte de derechos y prestaciones sociales emprendido por los Gobiernos de la Nación y de la Generalitat ha acabado con la ilusión de riqueza de los años de bonanza. Empobrecidos e indignados, los ciudadanos han salido a la calle y han ido  más lejos de lo que marcaba el guión: el clamor nacionalista contra España y la reclamación del pacto fiscal se transformó en una demanda clara de independencia. Adiós, España

En un nuevo escenario en el que, como día el secretario general del PSOE, no se sabe si se habla para convivir o para acelerar el divorcio, las cosas cambian radicalmente y muy posiblemente la estrategia de las negociaciones tenga que ser revisada por completo. Probablemente la estructura territorial del Estado tenga que ser repensada nuevamente, tanto para lograr una mayor eficiencia en la gestión y Gobierno de las distintas Comunidades, como crear los mecanismos adecuados de relación con el Estado y con las restantes Comunidades de aquellos territorios que tienen un arraigado sentimiento nacional e identitario, sin perjuicio de la solidaridad y de los mecanismos de redistribución de rentas y de reequilibrio territorial.

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