El histórico dirigente del Partido Comunista, Santiago Carrillo, ha muerto este martes en Madrid a los 97 años, según han confirmado fuentes de la familia. En su casi siglo de existencia ha vivido España como República, Guerra Civil, exilio, transición, democracia… El pasado mes de julio había sido ingresado por un problema de riego sanguíneo, aunque muy pronto recibió el alta.

Comenzó desde muy joven involucrado en la política, primero como militante del PSOE, aunque poco después se pasó al Partido Comunista (PCE), donde llegó a ser su secretario general desde 1960 hasta 1982. Y en plena transición vio como el estalinismo se convertía en eurocomunismo, lo que le llevó a presentar su dimisión en 1985. A partir de los 70 años se dedicó a escribir libros, participar en tertulias radiofónicas y escribir artículos en periódicos hasta prácticamente este martes.

Su militancia socialista comenzó antes de los 19 años. A a esa edad ya era secretario general de las Juventudes Socialistas. Corría el año 1934 y decidió formar parte del comité que preparó la insurrección de octubre frente a la derecha republicana, entonces en el poder. De esta forma participó de la división socialista, entre los bolcheviques próximos a Largo Caballero y los moderados capitaneados por Julián Besteiro. Esta insurrección, que sólo tuvo éxito en Asturias, le llevó a la cárcel. Con el tiempo recordaría que en aquella época el PCE era un partido muy pequeño. Con el triunfo del Frente Popular sale de prisión y cuatro meses después se produjo la rebelión militar con la que comenzó la Guerra Civil.

En noviembre de 1936, con Franco a las puertas de Madrid, se afilia al PCE y se integra en la junta con el cargo de comisario de Orden Público. Es por este cargo por el que el régimen comunista le hace responsable del fusionalimiento de militares presos en Paracuellos del Jarama y Torrejón de Ardoz. Carrillo siempre explicó que dichas matanzas fueron obra de grupos incontrolados, aunque también reconoció que no tuvo tiempo de investigar los hechos dado que la defensa de Madrid les tenía ocupados a todos.

A finales de diciembre de 1936 abandona la Junta de Defensa y dirige las Juventudes Socialistas Unificadas. Su mujer e hija fueron detenidas en Alicante y encerradas en el campo de Albatera, aunque los franquistas no descubrieron esta relación, por lo que fueron puestas en libertad y se fueron a Moscú, donde su hija fallecía un año después.

En 1942 asumía la secretaría general del PCE, Dolores Ibarruri, tras la muerte de José Díaz. Junto a ella, la consigna de Carrillo fue olvidarse de la lucha de guerrillas contra Franco, tener mucha paciencia e ir infiltrándose en los Sindicatos Verticales y organizaciones que fueran surgiendo en contra de la dictadura. Durante su exilio se casó con Carmen Menéndez en París, de cuya unión nacieron Santiago, José y Jorge.

En 1959 Ibárruri dimitía como secretaria general del PCE y en 1960, en el VI Congreso del partido, Carrillo era elegido secretario general y Dolores Ibárruri, presidenta. En aquella época parte la idea de la «huelga general política» para luchar contra el franquismo. La lucha clandestina seguía dentro y fuera del país, y el régimen decidía el fusilamiento de Julián Grimau en 1963, además de prisión para otros muchos comunistas detenidos como Jorge Semprúm, Marcelino Camacho. Mientras, Carrillo se distanciaba de Moscú, condenando la invasión soviética de Checoslovaquia, y daba los primeros pasos hacia el eurocomunismo.

Una vez fallecido Franco, Carrillo regresó a España, viendo de forma clandestina hasta que el Gobierno de Adolfo Suárez decidió su detención tras realizar una rueda de prensa multitudinaria, aunque fue puesto en libertad pocos días después. Tras el atentado de los abogados laboralistas de la calle Atocha, Suárez y Carrillo mantienen su primera reunión y pocos meses después, en abril de 1977 es legalizado el PCE, pese al malestar entre los militares. Carrillo consiguió que se viera al PCE como un partido apto para funcionar en democracia y se convirtió en uno de los protagonistas de la transición democrática.

Sin embargo, con la democracia recuperada fue el PSOE el que adquirió todo el protagonismo en la izquierda, mientras los comunistas desmoronaban el partido a base de luchas internas. El liderazgo de Carrillo fue perdiendo adeptos. En 1982 con solo cuatro diputados frente a los 202 obtenidos por el PSOE, Carrillo presenta su dimisión y tres años más tarde, en 1985, fue expulsado del PCE. Desde ese momento, optó por mantenerse de forma activa, siendo un observador de primera fila de la vida política española.

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