Las tres fracturas de España

26/09/2012

Luis Díez.

Habría querido el dirigente del PSOE Alfredo Pérez Rubalacaba dirigir una pregunta al presidente del Gobierno Mariano Rajoy en el pleno de control al Ejecutivo, pero cumplía éste sus deberes de representación en Naciones Unidas y la ausencia fue aprovechada por aquel para decir en los pasillos del Congreso que “se le está yendo el país de las manos”. Aunque la exageración sea propia de la política, los desequilibrios comienzan a ser evidentes. Y donde hay desequilibrios puede haber fracturas. Rubalcaba advierte tres que exigen soldadura: la social, que es la que más le preocupa porque está acentuando las diferencias entre ricos y pobres, entre empleados y desempleados, entre jóvenes y cuarentones, entre poseedores y desposeídos. ¿Qué puede decir Rubalcaba que no sepamos si fue el Gobierno de Zapatero, del que formó parte, el primero que trampeó la crisis apelando al déficit?

Las fracturas sociales que nos ocupan proceden de una época de la cual no conseguimos separarnos por imperativos económicos y financieros del club de la UE y la deuda. El ex ministro y portavoz económico socialista Valeriano Gómez sostiene que este país no aguanta más ajustes y tiene razón. Pero en la semana decisiva para la aprobación del proyecto de Presupuestos de 2013, les puedo adelantar el dato de un letrado del Congreso, según el cual, la detracción fiscal media de los salarios se va a situar en el 33% en 2013. Y eso sin contar que el capítulo de personal –como ya ha ocurrido en el Congreso– contempla por quinto año consecutivo la congelación de las retribuciones públicas. La caída de las inversiones frisará el 25% respecto al año pasado. “No hay dinero, señorías”, repite el ministro Cristobal Montoro mientras su colega Luis de Guindos pide ayuda y comprensión a la oposición.

De la fractura social deviene la “desafección y el divorcio” de los ciudadanos con sus representantes, los que gobiernan y legislan. Con la represión nocturna, brutal, indiscriminada, de la noche del martes a cien pasos del templo de la soberanía nacional contra las decenas de miles de jóvenes que manifestaban su indignación en el Paseo del Prado y la plaza de Neptuno, era lógico que Rubalcaba se refiriera a la “fractura política” entendida como el desprecio de “mucha gente” hacia lo que algunos manifestantes tildaban de “mierdocracia”. Si en otro tiempo decíamos que a más represión policial, mayor debilidad de la dictadura, ¿a qué esperan los representantes democráticamente elegidos para perfeccionar el sistema democrático, comenzando por las leyes electorales justificadas por la estabilidad, pero injustas?

La tercera “fractura”, siguiendo el orden didáctico de Rubalcaba, es la que ha decidido protagonizar el honorable Artur Mas en Cataluña. Sería “injusto” responsabilizar al presidente Rajoy de la inestabilidad territorial, pero se entiende poco y mal que mientras el PP y CiU votan las mismas políticas económicas no sean capaces de ponerse de acuerdo en materia fiscal. La convocatoria electoral anticipada por Mas en Cataluña para el 25 de septiembre es interpretada como una acumulación de fuerzas nacionalistas para plantear el pulso al Estado español. Si los catalanes no están por las fronteras, los dirigentes debieran entender su función con flexibilidad para no quebrar la convivencia y de paso conducir a la gente a callejones sin salida. Es lo que  Miquel Roca llamaba “políticos de calidad”. Y es lo que falta. De todo ello, en fin, se hablaba en los pasillos del Congreso sin ápice de autocrítica, aunque con mucha preocupación. La solución, según Rubalcaba, pasa por el diálogo y la sensatez.

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