La necesidad de reevaluar el riesgo en la renta fija

03/10/2012

diarioabierto.es.

El entorno de inversión ha cambiado profundamente en los últimos años. El entorno de riesgo se ha visto transformado por la crisis de 2008 y los persistentes problemas de deuda pública. Las medidas anticrisis tomadas por los gobiernos desarrollados y los bancos centrales han inflado espectacularmente las ratios de deuda-PIB en todo el mundo, dejando a algunas economías —como Grecia— en una espiral negativa. En la periferia de Europa, el precio del riesgo-país se ha revisado acusadamente al alza. Entretanto, los tipos de interés y los rendimientos de los bonos en algunas partes del mundo desarrollado consideradas como las más sólidas desde un punto de vista económico y presupuestario han caído hasta mínimos históricos, elevando así el precio de la seguridad.
Como consecuencia de lo anterior, en los últimos dos años hemos asistido a una brutal reducción del 70% en el grupo de activos sin riesgo. En agosto de 2011, la deuda estadounidense perdió la triple A y a este hecho le siguieron los recortes de la calificación crediticia de Francia y Austria. El 68% de las economías estaban calificadas como AAA a finales de 2007, mientras que a finales de 2012 este porcentaje ha caído hasta el 53%. El FMI cree que para 2016 la oferta de «activos seguros» se habrá reducido en otros 9 billones de dólares. La seguridad se ha convertido en una característica que puede perderse muy rápidamente si la percepción del mercado se deteriora. En cuanto ésta se cuestiona, el dinero fluye rápidamente hacia activos aún más «seguros».
La reducción del universo de activos considerados seguros (combinada con una mayor demanda) ha tenido como efecto un considerable encarecimiento del precio de la seguridad. También ha suscitado inquietudes relacionadas con la masificación, ya que los inversores han entrado en masa en un menguante puñado de activos «refugio» de deuda pública.
Estos cambios obligan a los inversores a replantearse la inversión en renta fija. Los inversores deberían reconsiderar los riesgos y las rentabilidades que esperan y cuestionar los índices de referencia y las carteras en las que han invertido. Los enfoques tradicionales de la inversión en bonos basados en reglas se han visto socavados, ya que la práctica de medir la evolución de las carteras con respecto a índices ponderados por capitalización ha resultado tener defectos.
En esta situación, es previsible que en el futuro haya un mayor interés en las carteras de bonos flexibles y «estratégicas» que equilibren el riesgo y la rentabilidad. Así, es previsible que los inversores vayan alejándose de productos que exponen innecesariamente las inversiones a áreas sobreendeudadas. No en vano, la diferencia de rentabilidades en años naturales entre la mejor clase de bonos y la peor puede llegar al 60%, como ocurrió en 2009.
Al contrario que en los mercados desarrollados, los gobiernos de los países emergentes han mejorado ostensiblemente sus finanzas, impulsadas por superávits comerciales generados con las exportaciones de materias primas y manufacturas. Unas políticas monetarias responsables, que a menudo incorporan objetivos de inflación, y bancos centrales independientes han traído consigo una mayor estabilidad macroeconómica a economías que antes se caracterizaban por fuertes crecimientos y contracciones.
A la vista de la incidencia de la reciente crisis financiera en las economías desarrolladas, sumada a las previsiones de sólido crecimiento económico futuro en los mercados emergentes, se puede afirmar que los rendimientos de los bonos emergentes siguen compensando con creces a los inversores por el riesgo de impago. Esto está llevando a muchos inversores a elevar el peso de las inversiones en bonos emergentes en sus carteras.
Si la demanda de activos seguros en los mercados emergentes crece a la par que sus economías y si se sigue el patrón de demanda de Occidente, entonces el crecimiento futuro de los mercados emergentes acabará rápidamente con la capacidad de las economías avanzadas para satisfacer la demanda mundial de activos seguros. Esto probablemente supondrá, con el tiempo, que los mercados emergentes se conviertan en parte de la solución.
En resumen, para configurar carteras de bonos en una coyuntura como la actual son cada vez más necesarias habilidades como la capacidad para discriminar riesgos, un enfoque fundamental y activo de la selección de títulos, y el énfasis en la diversificación y la flexibilidad. La profundidad y diversidad del mercado de renta fija recompensan estos enfoques de selección de títulos mediante el análisis ascendente. Las carteras formadas por los mejores emisores o los fondos flexibles y estratégicos pueden ser soluciones atractivas para los inversores que buscan flujos de rentas, pero no desean incrementar el riesgo de forma considerable.

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