Miniatura para letraheridos

05/10/2012

Daniel Serrano. Noches de Bocaccio es una deliciosa broma escrita por un Marsé que no duda en disparar contra el pianista y quien se ponga por delante.

Mientras avanzo en la lectura de lo último de Javier Cercas cae en mis manos un divertimento cuyo disfrute se basa en la experiencia del viaje en el tiempo hacia lejanísimas glaciaciones literarias. O cuando los dinosaurios dominaban la tierra y ser escritor daba para whisky y caviar. Noches de Bocaccio es una deliciosa broma escrita por un Marsé que no duda en disparar contra el pianista y quien se ponga por delante. Valga como ejemplo sus alusiones a Umbral, al cual alude aquí con el famoso sonajero en la pluma. Y luego están todos los demás, la tropa barcelonesa que dibujó en el aire un momento irrepetible de la historia de las letras y las artes: Gimferrer, los Goytisolo, Castellet, Sagarra, Senillosa, Perich, Espert, Jordá, Bofill, Porcel. Y un charnego que al tuntún atiza las teclas de una máquina de escribir tras yacer en el lecho de una bella de la gauche divine y que desencadena un furor imparable ante la posibilidad de que sea (como se dice en la contracubierta) el Joyce del Guinardó.

El charnego de marras del relato fascina a la intelectualidad barcelonesa con una sola página de presunta creación literaria y Marsé parodia y, por ejemplo, pone en boca de Juan Goytisolo la siguiente aseveración: “Al igual que a mí, a este chico la crítica no le entiende, la televisión española le ningunea, la policía posfranquista le persigue por toda Europa, los políticos le ignoran, sus amigos no le quieren y, encima, sus libros se leen al revés por culpa de Luis Suñen”. Añade el Terenci Moix caricaturizado por Marsé: “Tengo una foto divina en la que aparece detrás de mí por sorpresa, en Egipto”. Desternillante.

Noches de Bocaccio data de 1987, cuando el sueño de los 60 y los 70 se  ha desvanecido pero su recuerdo todavía endulza los ojos de aquellos escritores, cineastas, editores y pintamonas que iluminaron la alta madrugada barcelonesa. Los viejos buenos tiempos. A los cuales dedica sus más afilados dardos Juan Marsé. Aunque también está muy presente el profundo cariño hacia esa constelación de grandes amigos, mejores bebedores y creadores de una mitología de la que hoy (¡ay!) pocos se acuerdan.

Una miniatura muy estimable, destinada, eso sí, a un público letraherido que no se pierda en la interminable retahíla de nombres propios. Pero si les apetece, si añoran las noches de vino y rosas que algunos disfrutaron, acérquense a este texto y gocen de un ratito (muy breve) de placentera lectura.

Y, además, caramba, que Marsé escribe rematadamente bien y siempre es bien recibida su espléndida prosa y mucho más si contiene la dosis adecuada de mala uva y humor.

¿Te ha parecido interesante?

(+5 puntos, 5 votos)

Cargando...

Aviso Legal
Esta es la opinión de los internautas, no de diarioabierto.es
No está permitido verter comentarios contrarios a la ley o injuriantes.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios que consideremos fuera de tema.
Su direcciónn de e-mail no será publicada ni usada con fines publicitarios.